

La tarde parecía transcurrir como tantas otras en el paraje San Ramón. Eduardo Prados, productor de 62 años, compartía unos mates con su esposa cuando sonó el teléfono. Lo atendió con la tranquilidad de la rutina, pero la voz al otro lado lo dejó inmóvil. “Eduardo, acaba de caer una avioneta en tu campo”, le dijeron.


Prados no lo creyó al principio. “Me estás jodiendo”, respondí incrédulo. Pero enseguida me contaron que había explotado y estaba en llamas. Ahí me invadió una sensación rara, de esas que no sabés cómo manejar”, recordó.
La escena parecía sacada de una película. Una aeronave envuelta en fuego en medio de su campo, desconocidos escapando entre los montes y vecinos asustados que llamaban para advertirle. “Lo primero que hice fue llamar a la policía. ¿Qué otra cosa podía hacer?”, señaló.
El campo, heredado de su padre hace más de cuatro décadas, nunca había vivido algo parecido. “Ni avionetas de fumigación vimos por acá. Imaginate lo que es encontrarte con una prendida fuego en tu propia tierra. Fue como un golpe de realidad imposible de digerir”, sostuvo.
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Los lugareños aseguraron haber visto a dos o tres personas que huían a pie, con celulares en la mano. La confusión era total. “Le dije a un vecino: ni se te ocurra acercarte. No sabés qué clase de gente puede estar detrás de esto”, relató.
Cuando llegaron la Policía Federal y luego Gendarmería, el fuego todavía ardía. El área fue custodiada y comenzaron las pericias. A pesar del operativo, el miedo ya se había instalado en el ánimo del productor.
“Es muy feo caminar por tu propio campo y tener la sensación de que alguien puede estar escondido en el monte. Que en cualquier momento alguien puede aparecer y apuntarte”, describió con crudeza.
Prados habla de inseguridad, pero también de algo más profundo. “Es como si hubieran violado mi intimidad. Este es mi lugar de trabajo y de pronto se convierte en escenario de algo que no tiene nada que ver con nosotros”, expresó.
La magnitud del hecho sigue impactando en su vida cotidiana. “Siempre vi estas cosas en películas o en noticias de otros lugares. Nunca pensé que me iba a pasar acá, donde trabajo todos los días”, dijo con la voz quebrada.
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La investigación todavía intenta reconstruir qué pasó aquella noche. Vecinos dicen que vieron tres personas; otros sostienen que eran dos. Se sospecha que podrían ser bolivianos, pero aún no hay rastros firmes de ellos.
Mientras tanto, el campo sigue custodiado. Prados camina entre las huellas del fuego, con la sensación de que nada volvió a ser como antes. “Ando por el campo y parece que voy a encontrar rastros de alguien escondido. Es un shock tremendo”, confiesa.
El productor intenta recuperar la normalidad. En su día a día, el clima y las lluvias siempre fueron las únicas preocupaciones. Hoy, en cambio, la intranquilidad forma parte de la rutina.
“Lo único que quiero es volver a sentir la tranquilidad de antes, cuando el único problema era si llovía o no para la siembra”, señaló.
La avioneta cayó, se incendió y sus ocupantes desaparecieron en la oscuridad. El misterio persiste, la investigación avanza y la vida en el campo ya no es la misma.

















