La historia de Miguel Victoria: un taxista de cuatro décadas que se jubiló

Chubut09/09/2025Ariel GomezAriel Gomez
Miguel Victoria taxista de  Puerto Madryn
Miguel Victoria taxista de Puerto Madryn

“Me subí al taxi con 23 años y me bajé a los 63: fueron 40 años de servicio”, dijo Miguel Victoria en el estudio de “La Segunda Mañana”. El histórico taxista de Puerto Madryn puso en palabras una vida de oficio, calles y pasajeros.

En la charla con el equipo, rescató los códigos del gremio y la confianza con los vecinos. “Éramos como una familia; el saludo y la discreción valían oro”, resumió. Recordó las paradas de Gales, Hospital y Plaza, y ese orden tácito que definía turnos y recorridos.


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La ciudad creció y el taxi acompañó cada cambio. Hubo teléfonos en cajas de chapa, relojes a cuerda y luego digitales. “El ‘rin-rin’ llamaba y el primero atendía”, evocó entre risas, mientras llegaban mensajes de oyentes que lo tuvieron de chofer en la escuela o en la terminal.

El servicio también fue contención social. En los ‘80, Miguel manejó un colectivo escolar y albergó chicos en noches de lluvia. “Aparecían a la una de la mañana; les tiraba colchones en el garaje y a las seis ya estaban con un té para ir a clases”, contó. Ese gesto reapareció en la memoria de adultos que hoy lo saludan por la calle.


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La noche dejó anécdotas y prudencia. Entre boliches, turnos largos y confusiones de dirección, “el taxista escuchó mucho y habló poco”. “Ves de todo; lo que pasa en el taxi no sale del taxi”, afirmó. También transportó equipos de TV y turistas: “ATC vino a filmar Península; los llevamos por toda la zona”.

No faltaron los riesgos. Miguel recordó hechos dolorosos para el rubro. Hubo asaltos, amenazas y sustos, pero también compañerismo: “Si faltabas, un colega te cubría; el pasajero siempre debía viajar”.


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El volante también lo llevó a las pistas. Corrió con Fiat 600 en circuitos regionales y revivió la Doble Pirámides y la Doble Camarones. “En 300, 400 metros los autos pedían todo”, bromeó, entre guiños de viejos pilotos que escribieron al programa.

Miguel devolvió el micrófono con gratitud. “La gente de Madryn me dio de comer todos estos años; por eso hay que ser amable y respetuoso”, dijo. En el estudio, los mensajes de oyentes confirmaron ese vínculo: nombres, calles y escuelas que tejieron una memoria compartida.

Hoy Miguel disfruta la jubilación y mantiene la licencia alquilada. “El taxi fue libertad, trabajo y compañía”, expresó. La crónica cerró con una foto mental de la ciudad: paradas llenas, radio en AM, asados del 7 de septiembre y un oficio que aún une historias.

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