

Hablar de Mariano “Malevo” Medina es hablar de una vida entera dedicada al mar, a Puerto Madryn y a su gente. Su historia no se mide solo en hazañas bajo el agua, sino en la admiración genuina de una ciudad que lo convirtió en bandera. Setenta años dedicados a las actividades submarinas convirtieron a Medina en un pionero, un ejemplo y un verdadero emblema local.


A partir de la década del ‘50, Malevo integró una generación apasionada por el mar que fundó la identidad náutica de Madryn. Inspirados por el francés Jules Rossi, nombres como los hermanos Comes, los Giménez, los Nicoletti y el propio Medina sentaron las bases del buceo en la región. Juntos construyeron una historia que trascendió las fronteras del deporte y marcó a fuego a la comunidad.

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Medina fue campeón nacional y sudamericano de caza submarina, compartiendo logros inolvidables con su inseparable compañero “Peke” Sosa. En cada torneo, su nombre dejó huella, elevando el prestigio de Madryn en los mares del continente. Más allá de las medallas, representaron un espíritu y una forma de vivir el mar.
Entre sus gestas más recordadas está el rescate de los restos del Vapor Villarino, hundido en 1898. Ese barco trajo a la Argentina los restos del General San Martín y su recuperación tuvo una carga simbólica enorme. Medina fue parte activa de esa tarea que combinó historia, técnica y emoción.
Su experiencia como buzo profesional también lo llevó a colaborar con el Centro Nacional Patagónico. Realizó campañas científicas por todo el litoral y sumó su conocimiento a numerosas investigaciones de gran valor. Su compromiso con la ciencia y la comunidad nunca tuvo límites.

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Trabajó en obras estratégicas, como la construcción del Muelle Almirante Storni entre 1972 y 1974. En 1975 fue buzo guía del legendario Jacques-Yves Cousteau durante su expedición con el “Calypso”. Participó también de maniobras en el submarino nuclear Gato de la Armada estadounidense y colaboró en rescates y reparaciones con la Armada Argentina.

Su trayectoria incluye trabajos en represas, plataformas petroleras y zonas de altísima complejidad como el Mar Caspio. En cada uno de esos escenarios llevó su oficio con profesionalismo, respeto y humildad. Pero por encima de su recorrido técnico, Malevo fue siempre un hombre querido por todos.
Puerto Madryn lo reconoció en vida y lo seguirá recordando. La Escuela Municipal de Buceo lleva su nombre, fue declarado ciudadano ilustre y homenajeado por todas las instituciones que integró. El libro “El dueño del mar”, de Pancho Sanabra, es apenas un intento de poner en palabras lo que él representó.

















