
El último viaje de Sarmiento: del refugio en Paraguay a la despedida en el Paraná
Otros Temas11/09/2025
REDACCIÓN
Domingo Faustino Sarmiento pasó sus últimos años entre dolores, viajes y un inagotable deseo de seguir activo. Sus problemas cardíacos lo debilitaban, la sordera lo aislaba y la tos lo atormentaba. Sin embargo, incluso postrado, encontraba motivos para trabajar y escribir.


Sus médicos lo convencieron de buscar climas más cálidos y eligió primero las termas de Rosario de la Frontera.Allí descansó, se fascinó con las aguas minerales y hasta celebró el 9 de julio con fuegos artificiales. Poco después partió hacia Asunción del Paraguay, donde la calidez del ambiente y la amistad de nuevos vínculos lo alentaron a seguir.
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En Paraguay no se permitió la quietud. Aconsejó al gobierno en educación, proyectó reglamentos, pensó reformas y hasta introdujo especies como el eucalipto y el mimbre. Impulsó la llegada de maestras norteamericanas, como ya había hecho en Argentina. “No paro, no puedo parar”, repetía.
El amor también lo acompañó en su exilio. Le escribió a Aurelia Vélez, su gran pasión de toda la vida, y la convenció de visitarlo. “Venga al Paraguay y juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida”, le dijo. Ella llegó, compartieron fiestas y noches iluminadas con bengalas, aunque regresó pronto a Buenos Aires.
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El final se precipitó en septiembre de 1888. Tras visitar un pozo recién cavado, regresó enfermo y quedó en cama. Tres médicos lo atendieron sin éxito. Su nieta le sostuvo la mano en la madrugada del 11, cuando el corazón ya no resistió. Tenía 77 años.
Su última foto lo muestra sentado en un sillón, con papeles de trabajo a su lado. Fue una imagen preparada por los suyos para dar la sensación de que murió en plena tarea. Ese retrato quedó grabado en la memoria colectiva de la Argentina.

Paraguay lo despidió con tres días de duelo y una procesión popular. Su féretro fue embarcado en el vapor San Martín, acompañado por banderas argentinas, chilenas, paraguayas y uruguayas. El viaje fluvial lo llevó por Corrientes, Rosario y San Nicolás, donde multitudes se acercaron a saludarlo.
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El 21 de septiembre, bajo una lluvia intensa, Buenos Aires recibió a su prócer. Juárez Celman encabezó el cortejo hasta la Recoleta, donde lo despidieron políticos, intelectuales y amigos. La multitud desbordó el muelle y acompañó su ingreso al cementerio.

Con el tiempo, su partida se convirtió en símbolo. Desde 1943, el 11 de septiembre es el Día del Maestro en homenaje al hombre que, al conocer el censo que mostraba a un país analfabeto, exclamó: “Escuelas, escuelas y más escuelas”.
Fuente: Infobae

















