

Lo que debía ser una noche de alegría para Lanús en el mítico Maracaná terminó opacado por un nuevo y lamentable episodio de violencia institucional. En pleno regreso del entretiempo, la policía brasileña reprimió con extrema dureza a los hinchas del Granate, generando un escándalo que forzó la demora del inicio de la segunda etapa del partido ante Fluminense. El empate 1-1 sirvió para clasificar al equipo argentino a semifinales de la Copa Sudamericana, pero la celebración quedó completamente manchada.


El conflicto se desató en el anillo interno del estadio, cuando un enfrentamiento entre efectivos policiales y fanáticos visitantes se salió de control. Las fuerzas de seguridad actuaron con desmedida violencia, lanzando gases lacrimógenos y disparando balas de goma sin que hubiera una amenaza evidente. La represión se trasladó rápidamente a las tribunas, donde los golpes y los bastonazos se multiplicaron frente a la desesperación de los presentes.
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Ante el caos, varios jugadores de Lanús se acercaron al árbitro para pedir la suspensión momentánea del encuentro, dejando en claro que no estaban dadas las condiciones para continuar. La reacción del plantel fue inmediata y solidaria con su gente, en una escena que mostró el impacto directo que tuvo la represión en el ánimo del equipo. "No podemos jugar mientras le pegan a nuestra gente", se escuchó desde el banco de suplentes.
Pese a un aparente intento de calmar la situación, los disturbios volvieron a escalar y obligaron a una nueva demora del reinicio del partido. La policía siguió actuando con violencia en la tribuna visitante y la incertidumbre reinó durante varios minutos. El espectáculo quedó completamente desdibujado por la brutalidad policial, una constante que preocupa cada vez más.
Lo ocurrido en Río de Janeiro se suma a una serie de episodios similares sufridos por hinchas argentinos en territorio brasileño. Hace apenas unos meses, los simpatizantes de Godoy Cruz fueron víctimas de una represión similar en Belo Horizonte, durante el partido ante Atlético Mineiro. La sensación de inseguridad crece en cada viaje y el silencio de las autoridades alimenta la impunidad.
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El Maracaná ya había sido escenario de escenas vergonzosas cuando, en 2023, la policía local reprimió con violencia a los hinchas de la Selección Argentina durante el partido frente a Brasil. En aquel momento, la imagen de Emiliano “Dibu” Martínez deteniendo un bastonazo que iba dirigido a un fanático argentino recorrió el mundo. Lejos de ser un hecho aislado, el caso de Lanús confirma una preocupante tendencia.
También Argentinos Juniors sufrió hechos similares en ese estadio, tanto dentro como fuera del recinto, en un contexto donde la represión policial se combinó con agresiones por parte de hinchas locales. Ni la policía ni la seguridad privada actuaron para frenar los ataques, y la Conmebol optó por no pronunciarse públicamente. El fútbol sudamericano vive una situación alarmante en términos de seguridad y violencia institucional.

















