
Por qué los crímenes más oscuros de Argentina generan interés y se transforman en éxito de audiencia
Otros Temas11/10/2025
REDACCIÓN
En la pantalla argentina, el morbo y la memoria se encuentran con una frecuencia inquietante. Las historias de los asesinos más célebres del país regresan una y otra vez como si fueran espejos deformados de nuestra identidad colectiva. Con el inminente estreno de Yiya, la serie sobre Yiya Murano, y el documental Barreda: el odontólogo femicida, ambos por Flow, el fenómeno vuelve a instalarse en la conversación pública.


Desde El ángel, inspirada en Carlos Robledo Puch, hasta Carmel: ¿Quién mató a María Marta?, El fotógrafo y el cartero o Historias de un clan, el público argentino mantiene una relación ambigua con estos relatos. Nos atraen, nos perturban y al mismo tiempo nos definen como una sociedad que no puede apartar la mirada del horror. El crimen se convierte en narrativa, y la pantalla actúa como un lugar de catarsis compartida.
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El psicoanalista Javier Chinaski aporta una interpretación provocadora: “La fascinación es un grado de alienación verdaderamente inquietante, porque revela que nos atrae aquello que criticamos.” Según explica, el interés masivo por las historias criminales no es casual: surge de una época en la que la agresividad y la crueldad se naturalizaron como parte del discurso público. “Nos seduce lo que odiamos”, afirma, y agrega que esta tensión se traslada al consumo cultural.
Para la actriz Julieta Zylberberg, protagonista de Yiya, el fenómeno tiene otra lectura. “Es una reafirmación de lo delirante que puede ser el ser humano,” reflexiona. Su interpretación de la “asesina de Monserrat” propone una mirada más humana sobre la figura de la primera mujer condenada a perpetua en la Argentina por envenenar a tres amigas. “La realidad siempre supera a la ficción, y ficcionalizar lo macabro nos permite observar desde otro ángulo lo que no queremos ver en nosotros mismos”, sostiene.
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El director Mariano Hueter coincide en que hay un interés genuino por comprender lo real. “El espectador argentino viene de una cultura de consumir grandes casos policiales. Las plataformas abrieron la posibilidad de contarlos con nuestra mirada, con nivel y con identidad propia,” explica. En su visión, Yiya combina verdad y fantasía en partes iguales, con una estética cuidada que busca desentrañar la mente de una mujer que encontró en el crimen su camino a la fama.
En paralelo, Barreda: el odontólogo femicida explora otra dimensión del morbo nacional. La periodista Mariana Carvajal, una de las voces del documental, advierte que “Barreda despertó empatía en un público misógino, porque durante años no existía una reflexión sobre la violencia de género.” Su análisis vincula el interés por el caso con las estructuras patriarcales que todavía persisten en el imaginario social: “Hoy siguen habilitadas las narrativas de la crueldad, que justifican o romantizan lo injustificable.”
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Esa tensión entre repudio y atracción explica parte del fenómeno. El espectador argentino no solo consume morbo; busca entender, comparar, encontrar sentido en lo inaceptable. Las ficciones policiales basadas en hechos reales permiten revisitar el pasado con las herramientas del presente, aunque también corren el riesgo de estetizar la violencia y diluir su peso ético.
Aun así, las producciones sobre asesinos, estafadores y casos emblemáticos logran posicionarse entre las más vistas de cada temporada. El crimen se convierte en relato cultural y la pantalla en un espacio donde el horror se procesa como espectáculo. Como si al mirar el abismo, la sociedad argentina intentara, una vez más, reconocerse en su propio reflejo.
Fuente: Diario Clarín

















