Se cumplen 15 años del rescate de los 33 mineros chilenos que mantuvo en vilo al mundo

Hace exactamente quince años, el 13 de octubre de 2010, el mundo entero contuvo la respiración mientras una cápsula metálica emergía desde las profundidades del desierto de Atacama. El primero en salir fue Florencio Ávalos, levantando los brazos al cielo tras 70 días atrapado junto a sus compañeros en la mina San José, cerca de la ciudad chilena de Copiapó. La imagen se volvió un símbolo universal de resistencia, esperanza y fe.

La tragedia había comenzado el 5 de agosto de 2010, cuando un derrumbe bloqueó los túneles de acceso de la mina, dejando a 33 trabajadores a 700 metros de profundidad. En un primer momento, la situación parecía sin salida: la mina tenía un largo historial de accidentes y fallas estructurales. Sin embargo, la operación de rescate impulsada por el gobierno de Sebastián Piñera movilizó a ingenieros, geólogos, rescatistas y expertos de distintas partes del mundo.

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Durante 17 días, no hubo señales de vida. Pero el 22 de agosto, una pequeña sonda perforadora trajo una noticia que recorrió el planeta: “Estamos bien en el refugio los 33”. Ese mensaje, escrito en tinta roja sobre un papel arrugado, se convirtió en una de las frases más recordadas del siglo XXI. A partir de ese momento, comenzó una intensa carrera contrarreloj, conocida como “Operación San Lorenzo”, para devolver a los mineros a la superficie.

El diseño de la cápsula Fénix II, fabricada por la Fuerza Aérea de Chile con colaboración de la NASA, fue determinante para el éxito del operativo. En una transmisión que duró 22 horas y fue seguida por millones de personas, cada ascenso se celebró como un nacimiento. Las lágrimas, los abrazos y los gritos de alivio se multiplicaron mientras los rescatistas traían de regreso a la vida a quienes el mundo ya consideraba perdidos.

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El rescate fue mucho más que un logro técnico. Representó una lección de cooperación internacional, solidaridad y humanidad. Equipos de Estados Unidos, Canadá, Australia y varios países latinoamericanos aportaron tecnología, conocimientos y asistencia para hacer posible lo que parecía imposible. Fue, además, una oportunidad para revisar las condiciones laborales en la minería chilena, marcando un antes y un después en la seguridad del sector.

Los 33 mineros se convirtieron en íconos globales. Recorrieron distintos países, fueron homenajeados por gobiernos y participaron en eventos internacionales. Algunos escribieron libros o dieron charlas sobre su experiencia, mientras que otros optaron por volver al anonimato y retomar sus trabajos. El rescate cambió sus vidas para siempre, pero no todos lograron sobrellevar el peso de la fama y el trauma.

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Hoy, a 15 años del llamado “milagro de Atacama”, 32 de los 33 sobrevivientes continúan con vida. El único fallecido fue Mario Gómez Heredia, el más longevo del grupo, quien murió a los 73 años debido a una insuficiencia respiratoria. Su historia, como la de todos sus compañeros, sigue siendo parte de una epopeya moderna que recordó al mundo que la esperanza puede sobrevivir incluso bajo toneladas de piedra y oscuridad.

Fuente: LM Neuquén.