Serra Pelada revive su fiebre del oro en medio de deudas, disputas y controles ambientales

Actualidad17/10/2025Sergio BustosSergio Bustos
Mineria Oro
Mineria de oro.

En la Amazonia brasileña, Serra Pelada vuelve a respirar la fiebre del oro. La mina, considerada la mayor excavación artesanal a cielo abierto de la historia del país, quiere retomar su actividad. Pero el sueño choca con deudas millonarias, conflictos internos y exigencias ambientales cada vez más estrictas.

“Estamos a tres metros del oro”, dice Chico Osório, con la mirada fija en la boca de un pozo clandestino que cavó con ayuda de obreros cerca del yacimiento original. Tiene 62 años, usa muletas y aún baja al túnel en un columpio rudimentario para controlar el avance. Su determinación representa a toda una generación de mineros que no se resigna a ver apagarse el brillo de Serra Pelada.

Osório es historia viva de la fiebre dorada. Llegó en 1982, cuando miles de personas se lanzaron a excavar el cerro con palas, bolsas y esperanza. En aquella época, el agujero —de más de 150 metros de profundidad— hervía de trabajadores. Cada día, hombres exhaustos subían por las empinadas escaleras apodadas “Adiós mamita”, cargando rocas de hasta 50 kilos. Algunos, como él, tuvieron suerte: extrajo cerca de 700 kilos de oro. Invirtió parte en bancos y avionetas, pero la bonanza se desvaneció con el tiempo.


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En 1992, el Gobierno cerró la mina por motivos de seguridad. Hoy, ese cráter histórico está inundado y parece un lago pacífico, pero bajo el agua siguen enterradas enormes reservas auríferas. La cooperativa local, dueña de 100 hectáreas, acumula una deuda laboral de 51 millones de reales (unos 10 millones de dólares). Por ese motivo, sus permisos están embargados y la reactivación oficial permanece en suspenso.

La presidencia de la cooperativa es un campo de batalla. Deuzita Rodrigues, elegida recientemente, fue destituida por otros miembros de la conducción y luego reincorporada por orden judicial. Entre apelaciones y disputas, la mina permanece paralizada, mientras centenares de antiguos mineros pasan sus días en la sede de la cooperativa jugando al dominó y esperando una señal.

Rodrigues asegura que “hay una riqueza incalculable aquí debajo” y que busca implementar un acuerdo con una empresa para retomar la extracción sin prácticas contaminantes. Pero las turbulencias internas y los requisitos ambientales amenazan el plan. Pará, el estado donde se ubica Serra Pelada, debe equilibrar su economía extractiva con la presión internacional, ya que será sede de la próxima cumbre climática de la ONU (COP30) en noviembre.


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Cansados de esperar, muchos mineros optaron por retomar la actividad de forma clandestina, utilizando métodos que generan preocupación ambiental. El uso de mercurio para separar el oro contamina acuíferos y ríos, un riesgo que las autoridades no pueden ignorar. Pese a los operativos policiales, la minería ilegal no se detiene. El comerciante Carlos Aurélio confiesa que recibe semanalmente unos 200 gramos de pepitas: “No son las toneladas de antes, pero es prueba de que la riqueza sigue ahí”, admite.

Osório, apoyado en su muleta, observa las placas metálicas manchadas de mercurio y señala con orgullo: “Esos puntos que brillan, ¿los ve? Eso es oro”. Su gesto resume la tensión que atraviesa Serra Pelada: entre la nostalgia por el pasado glorioso y la lucha por un futuro posible, atrapada entre el valor económico y el peso de las regulaciones ambientales.

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