El costo de las actividades extracurriculares golpea a miles de familias argentinas

Un nuevo informe volvió a poner bajo la lupa el peso económico de las actividades extracurriculares, un gasto que no figura en ninguna medición oficial pero que condiciona el presupuesto de miles de familias en todo el país. La llamada “canasta invisible” incluye cuotas, matrículas, traslados, materiales y costos asociados a rutinas que forman parte del día a día de chicos y adolescentes.

Según el relevamiento difundido por TN, entre el 20% y el 40% del ingreso familiar se destina a idiomas, deportes, actividades artísticas y entrenamientos, un nivel de gasto que se intensifica mes a mes por la frecuencia de los aumentos. El cálculo de crianza que publica el INDEC —557.173 pesos mensuales para un chico en edad escolar— no contempla ninguno de estos conceptos.

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En testimonios que reflejan el impacto concreto, madres y padres describen una presión que crece en silencio. Analía, mamá de una adolescente de 13 años, señaló que “solo en inglés y baile gasto unos $100.000 por mes”, cifra que se duplica cuando se suman materiales, vestuario y traslados. “Lo que se gasta en actividades es casi otra cuota escolar”, resumió.

Otra situación similar se repite en muchos hogares, donde el problema principal no es solo el monto sino la frecuencia de los aumentos. Javier, padre de dos chicos, contó que “la cuota de patín de la nena aumenta todos los meses el día 20”, y aseguró que su presupuesto mensual ya incorpora ese ajuste constante. Para este mes estima desembolsar cerca de $200.000 en actividades.

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Especialistas consultados por el medio remarcaron que la continuidad de estas rutinas tiene un fuerte componente aspiracional. El sociólogo Carlos de Angelis explicó que “las familias sienten que la escuela ya no es suficiente y buscan complementar la formación”, una idea que se instaló con fuerza en los últimos años.

El impacto emocional de interrumpir estas actividades también genera preocupación en los profesionales. La psicóloga Florencia Alfie sostuvo que “cuando los padres no pueden ofrecer lo mismo que antes, sienten que fallan” y destacó que para los chicos “es un duelo, ya que pierden un rol social y parte de su identidad”.

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En un contexto económico donde cada gasto se revisa con lupa, la canasta invisible plantea un dilema para quienes buscan sostener espacios que son parte del bienestar y la sociabilidad de sus hijos. Mientras tanto, la presión sobre los ingresos familiares continúa y obliga a replantear rutinas que hasta hace poco formaban parte de la normalidad.