A LO MENEM: SE ARROJARON EN PARACAÍDAS DESDE LA ESTRATÓSFERA

Dos paracaidistas argentinos batieron el record de altura al arrojarse en paracaídas desde unos 13 mil metros de altitud. Una locura que es record mundial.

Actualidad10 de septiembre de 2024Sergio BustosSergio Bustos
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Usaron equipamiento especial.

Alejandro Montagna y Marcelo Vives, dos apasionados del paracaidismo, se propusieron romper un récord que los tenía obsesionados: realizar el salto nocturno en caída libre más alto de todos los tiempos. Después de un año de preparación intensa y una gran inversión, lograron alcanzar su objetivo al saltar desde una altitud de 13.000 metros, estableciendo un nuevo récord mundial.

"Fue increíble. Tengo 4.500 saltos, pero este supera a todos. Fue muy intenso: el frío, la velocidad, la máscara de oxígeno, el tiempo de caída libre" relató Alejandro pocos minutos después de aterrizar.

Agregó: "Al principio, durante el primer minuto, Marcelo y yo no sabíamos si estábamos sobre la zona de aterrizaje o no. La visual era muy confusa desde tanta altura. Pero Taylor (el tercer paracaidista), que conoce muy bien la zona, rápidamente identificó las luces de una gran prisión que está a unos 5 km, y al sur de eso vio las balizas de rescate marino que habíamos colocado sobre la pista."

Montagna y Vives llevan 25 años dedicados al paracaidismo, buscando constantemente experimentar la sensación única de lanzarse desde un avión a miles de metros de altura. Pero una cosa es saltar desde los 2.000 o 3.000 metros, que es la experiencia "normal" de los saltadores, con una caída de unos 45 segundos; otra muy distinta es hacerlo desde la estratósfera, con tubos de oxígeno y en un avión que se eleva hasta los 12.500 metros, superando los límites convencionales.

Motivados por la pasión de superarse a sí mismos y romper récords, Montagna y Vives se lanzaron desde el aeródromo WTS, cerca de Memphis, Tennessee, en la madrugada de Estados Unidos. Su objetivo era romper el récord mundial de salto nocturno a gran altitud, superando la marca de Andy Stumpf, quien el 26 de enero de 2019 se lanzó desde 36.000 pies (aproximadamente 10.973 metros).

Aunque aún falta la certificación final, Montagna explicó que "el juez de la Federación Internacional de Aviación ya revisó los GPS sellados y nos homologó la altura del récord". Ahora solo queda esperar la certificación definitiva.

El aterrizaje no estuvo exento de complicaciones. "A pesar de los vientos cruzados bastante fuertes a baja altura, Taylor y yo logramos aterrizar a pocos metros de las balizas. Marcelo (Vives), que debía abrir su paracaídas 300 metros por encima de nosotros, tuvo dificultades para llegar y por muy pocos metros no aterrizó sobre los árboles. Literalmente aterrizó a 5 metros del fin del bosque. Eso pudo haber sido un problema", relató Alejandro.

Montagna también mencionó que durante el salto, Marcelo perdió sus cubre guantes y, al abrir el paracaídas, tenía las manos casi congeladas, lo que complicó su maniobra. "Llegó con los dedos un poco azules, pero nada grave. No pudo encender la linterna de 10.000 lúmenes que tenía en la pierna, así que vio los árboles a escasos segundos de tocar el piso. Pero como tiene un dios aparte, zafó", agregó.

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El récord fue alcanzado junto al experimentado paracaidista norteamericano Taylor Flurry. Los tres despegaron a las 3:20 de la madrugada (hora argentina) y, poco después de las 4 de la mañana, estaban de vuelta en tierra firme, celebrando su hazaña.

No fue una misión sencilla; había un riesgo considerable de muerte debido a la falta de oxígeno, la velocidad de caída de 300 km/h, y el frío extremo a esa altura: una temperatura real de -60°C y una sensación térmica de -100°C. "Si hay cualquier incidente de oxígeno o alteración en signos vitales, la misión se aborta inmediatamente", advirtieron previamente.

Los tripulantes necesitaron respirar oxígeno puro para evitar embolias por la presencia de nitrógeno en la sangre. "Si subimos con nitrógeno en sangre, alguno se muere seguro de una embolia", afirmó Montagna. Desde media hora antes del despegue, estuvieron conectados a una fuente de oxígeno puro, una medida clave para eliminar el nitrógeno de sus cuerpos.

A pesar de todos los riesgos, el salto fue perfecto. "Los sistemas de iluminación que llevábamos para la caída libre, para el velamen abierto y para el aterrizaje funcionaron a la perfección. Lo mismo que los sistemas de oxígeno, tanto el central del avión como los individuales. No hubo fallas", detalló Alejandro.

En esta hazaña, los argentinos fueron acompañados por los pilotos Mike Mullins (director nacional de la Asociación Norteamericana de Paracaidismo) y Mike Turner, así como por expertos en oxígeno de gran altitud y el juez de la Federación Internacional de Aviación, Scott Callantine, quien eventualmente certificará la nueva marca global.

Sobre futuros proyectos, Alejandro prefirió ser cauteloso: "En los deportes extremos, tenés que tener muy claro tus límites. Pero si aparece algo, lo analizaremos con la misma seriedad con la que tratamos este proyecto durante más de un año. Igual que en este caso, solo iremos adelante si podemos minimizar todos los riesgos a niveles aceptables."

Concluyó diciendo: "Solo los que trabajaron en este proyecto saben el nivel de detalle y profesionalismo que hubo detrás. El resto tendrá que limitarse a pensar que estamos locos."

   

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