

EL CHIMENTO YA NO ES LO QUE ERA: LA BATALLA CONTRA LAS REDES SOCIALES
El licenciado Diego Núñez de la Rosa habló con #LA17 y analizó cómo el periodismo de espectáculos perdió su poder con la irrupción de las redes sociales. Los famosos ahora son los dueños de su propia narrativa.
Actualidad19/02/2025

El chimento, como lo conocimos durante décadas en Argentina, cambió de forma radical. El periodista de espectáculos, que solía dictar la agenda mediática, fue desplazado por los propios famosos. En este nuevo escenario, las figuras públicas eligen qué mostrar y cómo presentarse ante el público.
El licenciado Diego Núñez de la Rosa dialogó con #LA17 y explicó que este cambio comenzó con la masificación de las redes sociales. "Antes, la información pasaba por revistas o programas de televisión. Ahora, los propios famosos son los que deciden qué contar y cuándo hacerlo", afirmó. Esta transformación modificó por completo el modelo del chimento tradicional.
Las primeras publicaciones de espectáculos, como la icónica Radiolandia, funcionaban como intermediarias entre las celebridades y el público. "Las revistas de los años 60 y 70 empezaron a mostrar el costado personal de los artistas", recordó Núñez. Lo que comenzó como entrevistas exclusivas se convirtió, con el tiempo, en un seguimiento cada vez más intenso de la vida privada de los famosos.
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En los años 90, programas como Indiscreciones con Lucho Avilés marcaron un antes y un después en la televisión argentina. "Avilés fue el primero en hacer del chimento un negocio televisivo", explicó Núñez. Su estilo directo y polémico atrajo a una audiencia que se acostumbró a consumir el espectáculo de la vida privada.
El fenómeno se potenció con Bailando por un sueño, el programa de Marcelo Tinelli que llevó el chimento a otro nivel. "Tinelli entendió que lo que vendía no era el baile, sino los conflictos entre los participantes", señaló Núñez. En esa época, figuras como Moria Casán y Graciela Alfano se convirtieron en piezas clave del circo mediático.
A partir del auge de los "mediáticos", se creó un nuevo tipo de famoso cuya única función era protagonizar escándalos. "Para ser famoso ya no hacía falta talento, sino estar envuelto en alguna polémica", indicó Núñez. Esta tendencia generó personajes como Guido Süller o Jacobo Winograd, cuya presencia en los medios se basaba en conflictos armados.
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Con la llegada de las redes sociales, el modelo tradicional del chimento entró en crisis. "Ya no hace falta que un periodista cuente lo que pasa en la vida de los famosos, porque ellos mismos lo publican en Instagram o Twitter", explicó el especialista. La inmediatez de la información dejó obsoleta la estructura de los programas de espectáculos.
El impacto de esta transformación se vio reflejado en la televisión. "Los programas de chimentos que antes dominaban la tarde ahora apenas sobreviven con panelistas discutiendo lo que los famosos ya contaron en sus redes", afirmó Núñez. Esta pérdida de relevancia llevó a la reinvención de formatos y a una mayor dependencia del escándalo como estrategia.
Hoy en día, los famosos controlan su propia narrativa y monetizan sus vidas privadas sin necesidad de intermediarios. "Lo que antes se vendía a través de revistas ahora se traduce en contratos publicitarios y colaboraciones en redes sociales", explicó. El público, lejos de dejar de consumir chimentos, se convirtió en espectador directo de la vida de sus ídolos.
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Esta nueva dinámica generó un cambio en la percepción del escándalo y la intimidad. "Antes, los famosos intentaban proteger su vida privada. Ahora, cuanto más expongan, más ingresos pueden generar", analizó Núñez. Este fenómeno se observa en figuras como Wanda Nara y Mauro Icardi, quienes convirtieron su relación en una fuente inagotable de contenido.
A pesar de estos cambios, el morbo por la vida ajena sigue intacto. "El chimento no desapareció, solo cambió de plataforma", sentenció. En este nuevo contexto, los medios tradicionales deben adaptarse para no quedar relegados frente al avance de las redes.
La frontera entre lo real y lo ficticio también se volvió difusa. "En los 90, muchos escándalos eran montajes televisivos, pero hoy los conflictos se construyen directamente en redes", sostuvo. La exposición constante de los famosos lleva a que su vida pública sea casi indistinguible de su vida privada.
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Más allá de los beneficios económicos que trae la autopromoción, la sobreexposición también tiene un costo. "Muchos famosos se ven atrapados en su propio personaje y terminan sufriendo las consecuencias", advirtió Núñez. Casos como el de Lady Di demostraron que la presión mediática puede tener efectos devastadores.
El chimento dejó de ser una construcción mediática para convertirse en un producto de consumo inmediato. "Las redes sociales democratizaron el acceso a la información, pero también desdibujaron los límites de la privacidad", finalizó Núñez. En este nuevo escenario, el show nunca se detiene y los famosos son los primeros en alimentar su propia fama.


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