


Un tribunal en Virginia Occidental dictó una sentencia sin precedentes. Una pareja adoptó a cinco niños afroamericanos y los sometió durante años a explotación laboral, encierro, privaciones y violencia sistemática. El fallo incluyó elementos raciales y dejó en evidencia la falta de controles estatales. La justicia condenó a Jeanne Whitefeather y a Donald Lantz a 375 años de prisión por transformar la adopción en una red de abuso.
Los hechos ocurrieron entre Minnesota, Washington y Virginia Occidental. Los acusados trasladaron a los niños en distintas etapas. No fueron a la escuela. No recibieron atención médica. No tenían acceso a alimentos suficientes ni higiene básica. Los obligaban a trabajar en la propiedad familiar bajo encierro. Dormían en el suelo. Vivían con miedo. La jueza MaryClaire Akers definió el lugar como un infierno.
La historia salió a la luz por la denuncia de un vecino. Ocurrió en octubre de 2023. Vio a un hombre encerrando a dos chicos en un cobertizo. Llamó a la policía. Oficiales del condado de Kanawha fueron a la casa. Encontraron a una niña y a su hermano en un espacio cerrado, sin baño ni agua. Estaban en el piso. Hacía frío. Los chicos dijeron que llevaban al menos 12 horas encerrados.
Durante la inspección, los agentes hallaron a una tercera menor dentro de la vivienda. Luego apareció Lantz con un cuarto niño. Finalmente, guiaron a los policías hasta una casa vecina donde estaba el quinto menor. Todos los niños mostraban señales claras de abandono. Estaban sucios, débiles, sin abrigo ni alimento. Presentaban síntomas de trabajos forzados y desnutrición.
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La fiscalía detalló un patrón de abuso repetido. Los acusados no solo privaron a los chicos de sus derechos. También los sometieron a tratos discriminatorios. Había un componente racial constante. La motivación del maltrato incluía la condición étnica de los menores. El relato incluía violencia, manipulación emocional, aislamiento y castigos extremos. El caso fue calificado como esclavitud moderna.
Whitefeather y Lantz adoptaron a los chicos en Minnesota. Usaron el sistema de albergues estatales. Fingieron buenas intenciones. Prometieron cuidado y educación. Luego comenzaron las mudanzas. Primero a Washington. Después a Virginia Occidental. La fiscalía sostuvo que cada cambio de estado buscó evitar controles y ocultar el abuso.
La jueza Akers dictó la sentencia el 26 de marzo de 2025. Whitefeather recibió 215 años de prisión. Lantz fue condenado a 160 años. Ambos fueron hallados culpables de trabajo forzado, trata de personas, abuso infantil agravado y discriminación racial. Akers dijo que el tribunal no tendría piedad. Que Dios tuviera misericordia de ellos.
Durante la audiencia, los menores hablaron. Uno de ellos dijo que era capaz de reconstruir su vida. Otro confesó que lo obligaban a burlarse del sufrimiento de sus hermanos. Dijo que recién en su nuevo hogar entendió que aquello no era normal. El hijo mayor los llamó monstruos. Lo hizo frente a todos. Esas palabras quedaron registradas como parte de la condena.
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La fiscalía presentó pruebas de años de encierro, aislamiento y tareas impuestas. Los niños no podían salir de la propiedad. No hablaban con nadie. No accedían a servicios. No comían bien. No jugaban. No iban a la escuela. Vivían como esclavos en pleno siglo XXI.
Además de la prisión, el tribunal ordenó una reparación económica. Ambos acusados deberán pagar 280.000 dólares a cada una de las víctimas. El dinero servirá para cubrir tratamientos médicos, apoyo psicológico y nuevas condiciones de vida. Es una forma de compensar lo que perdieron durante años.
La defensa intentó minimizar los hechos. Whitefeather pidió perdón. Dijo que cometió errores. Que amaba a sus hijos. Que nunca quiso dañarlos. El tribunal no lo creyó. Lantz no habló. Mantuvo silencio hasta el final. Ambos seguirán bajo custodia mientras se resuelvan posibles apelaciones.
Una de las víctimas, identificada como S.W., presentó una demanda civil. Sus abogados señalaron que los estados fallaron. Dijeron que el sistema de protección infantil fue cómplice por omisión. Los servicios de Minnesota, Washington y Virginia Occidental no hicieron controles. Dejaron a los niños en manos de sus verdugos.
El caso desató una ola de indignación. Colectivos afroamericanos denunciaron racismo estructural. Asociaciones de infancia exigieron auditorías. Pidieron revisar los procesos de adopción y los protocolos de seguimiento. No puede repetirse una historia así.
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Los niños fueron reubicados. Están bajo cuidado profesional. Reciben asistencia legal y psicológica. No están juntos. Pero están seguros. Tienen alimentos. Van a la escuela. Empiezan de nuevo. Sobrevivieron a una pesadilla impensable.
Hasta el momento no hay funcionarios imputados. Ningún agente estatal fue citado. No se anunciaron investigaciones internas. No se revisaron los expedientes de adopción. La impunidad institucional sigue presente.
La sentencia dejó una marca. Es histórica por su duración. Pero también por su simbolismo. Castigó a quienes usaron la adopción como tapadera. Visibilizó a niños ignorados. Denunció un racismo que aún persiste. Y evidenció un sistema que mira para otro lado.
Los abogados de las víctimas reclaman una reforma. Piden controles más estrictos en adopciones interestatales. Más presencia del Estado. Más capacitación para los trabajadores sociales. Más acompañamiento a las familias adoptantes. Y sobre todo, más escucha a los chicos.
El fallo fue cubierto por medios nacionales. Apareció en NBC News, Associated Press y WSAZ. La historia circuló en redes. Miles de personas exigieron justicia. Algunas ofrecieron apoyo a las víctimas. Otras pidieron condenas más duras. El dolor cruzó fronteras.
La jueza Akers cerró la audiencia con firmeza. Dijo que Virginia Occidental debía proteger a sus niños. Que ese caso no podía olvidarse. Que había que aprender. Que la justicia no debía llegar tan tarde. Fue un mensaje al país entero.
El caso seguirá presente. Las secuelas en los chicos durarán años. La reparación será lenta. Pero hubo un quiebre. Un punto de inflexión. Una sentencia que marca un precedente. Los chicos ya no están solos.



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