

La pesca artesanal se hunde en San Antonio y crece la desesperación
Actualidad14/04/2025

La pesca artesanal en San Antonio Oeste atraviesa su peor momento. No hay langostino, no hay merluza, no hay esperanza. Así lo expresó Enrique Dowbley, referente local del sector.
Dowbley describió el panorama con dureza. “El sector continúa muy mal”, afirmó. Los trabajadores sienten que el esfuerzo ya no alcanza.
Desde hace más de un mes, las lanchas no salen al mar. No hay captura de nada. El recurso no aparece. Las deudas aumentan.
El langostino, principal esperanza del año, no se deja ver. Los pescadores esperaban una buena temporada. La realidad golpeó más fuerte.
En los últimos viajes, lograron solo 18 cajones por salida. Hicieron hasta doce viajes. No cubrieron ni el gasto de los cables.
Los precios del langostino están por el piso. La merluza tampoco mejora. Los costos de operación superan todo ingreso. No hay rentabilidad.
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Algunos pescadores intentan buscar nuevas especies. También prueban otras zonas. Pero cada salida implica riesgo, inversión y desgaste.
“Gastás los últimos cartuchos”, dijo Dowbley. Y agregó: “Si sale mal, es el fin para muchos.” No hay margen para el error.
La emergencia pesquera ya lleva dos años. Los recursos siguen sin recuperarse. El mar no da señales positivas.
El Estado provincial acompaña con gestiones. Hay diálogo, ayudas puntuales y subsidios. Pero no alcanza sin capturas. La crisis supera las medidas.
Las consecuencias no son solo económicas. Hay pescadores deprimidos. Otros dejaron el rubro. Algunos cambiaron de actividad.
Varios se subieron a barcos grandes. Otros probaron suerte en la construcción. Muchos no volverán al mar.
Dowbley pide pensar a futuro. “Cuando aparezca el langostino, no llenemos de barcos el golfo.” Pide cuidado, orden y responsabilidad.
“Hay que cuidar lo que es nuestro.” La frase resuena en cada rincón del puerto. El recurso es limitado. El daño puede ser irreversible.
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La falta de previsión en años anteriores dejó heridas. La sobreexplotación no perdona. Las consecuencias se sienten ahora.
Los jóvenes ya no quieren entrar al rubro. No ven futuro. El oficio pierde herederos. Las familias pesqueras ven peligrar su tradición.
El puerto de San Antonio ya siente la crisis. Menos actividad, menos ingresos, más desempleo. La pesca mueve toda la economía local.
Los frigoríficos trabajan menos. Las cámaras de frío se vacían. Los camiones no cargan. El impacto se extiende más allá del mar.
Los comerciantes también bajan persianas. El pueblo se apaga. La incertidumbre domina cada conversación.
La comunidad ya no resiste más golpes. La falta de respuestas nacionales agrava todo. No hay políticas claras para el sector artesanal.
Dowbley no pidió subsidios eternos. Pidió trabajo, planificación y cuidado. “Queremos seguir pescando, no vivir de planes.”
Las reuniones con autoridades traen promesas. Pero las soluciones no llegan. El tiempo se agota. La angustia crece.
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La pesca artesanal construyó la historia de San Antonio Oeste. Fue motor económico, cultural y social. Hoy está al borde del colapso.
Cada lancha parada representa una familia sin ingreso. Cada día sin mar es una deuda nueva. Cada silencio en el puerto duele más.
El reclamo es claro. Recuperar el recurso. Planificar el uso. Proteger el trabajo. Sin esas tres cosas, no hay futuro.
Los pescadores ya no esperan milagros. Solo quieren que alguien los escuche. Que alguien actúe. Que el mar vuelva a dar vida.







