


En el segundo piso del hospital Andrés Isola de Puerto Madryn funciona una institución única y silenciosa: la Escuela Domiciliaria y Hospitalaria N.º 305. Bajo la dirección de Gloria Melgarejo, su equipo trabaja para que niñas, niños y adolescentes que atraviesan situaciones de salud complejas no pierdan la continuidad de sus estudios ni el vínculo con sus escuelas de origen.


“Nuestra escuela tiene dos modalidades: domiciliaria, cuando los chicos no pueden asistir a sus instituciones por enfermedad; y hospitalaria, cuando están internados”, explicó Melgarejo en diálogo con #LA17. En ambos casos, el objetivo es que la trayectoria educativa no se interrumpa y que los alumnos mantengan el ritmo de aprendizaje acorde a su nivel.
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En el hospital, la escuela dispone de una sala equipada donde los estudiantes que pueden deambular participan de clases en horario escolar. Para quienes no pueden salir de su habitación, las docentes se trasladan a la sala de internación. La enseñanza se adapta a cada caso, respetando tanto los contenidos escolares como las condiciones médicas de los alumnos.
Cuando la atención se traslada al domicilio, el proceso se inicia con un certificado médico que presenta la familia en la escuela de origen. Esa institución canaliza la solicitud a la Escuela 305, que coordina el contacto con la familia y asigna un docente. “Siempre tiene que haber un adulto responsable durante las clases, y se procura recrear el ambiente escolar en el hogar”, detalló la directora.
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La escuela funciona en dos turnos —mañana y tarde— con equipos docentes que visitan los domicilios en bloques de 60 a 80 minutos. En los casos de internación prolongada o recuperación de largo plazo, el esquema se adapta con alternancia de días para sostener el acompañamiento sin agotar a los estudiantes.
El plantel de docentes abarca todos los niveles: inicial, primario, secundario y educación especial. También se dictan materias como música y plástica, e incluso se articulan actividades con maestras de apoyo a la inclusión (MAI), que no pueden asistir al domicilio pero colaboran en la planificación. “Se trata de garantizar no solo la enseñanza, sino también el acompañamiento emocional y social”, remarcó Melgarejo.
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En invierno, por las enfermedades respiratorias, y en épocas de mayor actividad física, como ahora con fracturas frecuentes, la demanda crece. Aun así, la escuela se esfuerza por dar respuesta a cada familia que lo necesita. En el nivel secundario, debido a la disponibilidad horaria limitada, existe una lista de espera cuando se completan las seis vacantes.
Los docentes de la Escuela 305 también acompañan a los alumnos en momentos especiales como actos de colación o celebraciones escolares, buscando que puedan sentirse parte activa de su comunidad educativa. “La idea es que los chicos no pierdan el vínculo con sus compañeros ni se vean vulnerados en sus derechos”, sostuvo.
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Melgarejo concluyó: “Esto no es solo enseñanza, es un trabajo humano, emocional y profesional al mismo tiempo. Todo lo hacemos por y para los chicos”. La escuela sigue abierta a la comunidad: quien desee conocerla puede acercarse al segundo piso del hospital, por la entrada de guardia.







