Flybondi enfrenta un pasivo de más de 300 millones de dólares

Turismo21/05/2025Sergio BustosSergio Bustos
Flybondi
Flybondi en problemas.

La empresa Flybondi atraviesa una crisis terminal. Su pasivo supera los 300 millones de dólares y su funcionamiento se ha vuelto caótico. A esto se suma una imagen pública que no se puede revertir y un clima de incertidumbre generalizada en el sector aéreo nacional.

La marca ya no tiene valor de mercado. Analistas del sector coinciden en que Flybondi ni siquiera vale un dólar. La única forma en que alguien podría comprarla es haciéndose cargo de toda su deuda y de sus compromisos futuros, que la vuelven inviable como negocio.

Actualmente, de los 15 aviones que posee, solo 10 están en operación. La falta de mantenimiento y organización dejó a un tercio de la flota en tierra. Durante el domingo 18 de mayo, cinco aeronaves no pudieron despegar, lo que derivó en cancelaciones y trastornos.

El sábado 17 de mayo, Flybondi canceló siete vuelos que afectaron a más de 1300 pasajeros. Las quejas se multiplicaron en redes sociales, donde usuarios describieron el caos y la desinformación en los aeropuertos. El malestar general refuerza el desprestigio de la marca.

La programación de vuelos no responde ni siquiera a la lógica de la baja temporada. Pese a que todavía no empezó el invierno, la empresa anunció operaciones internacionales para el verano, lo que demuestra una falta de planificación preocupante en su agenda comercial.

La empresa no puede garantizar ni los servicios mínimos. Durante toda la semana pasada hubo fallas operativas, vuelos suspendidos, demoras sin explicación y una atención al cliente ausente. Según fuentes internas, Flybondi ya no tiene capacidad para sostener su cronograma básico.


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“Gratis no hay nada”, dicen fuentes del sector. Las malas decisiones, los manejos desprolijos y las irregularidades administrativas trajeron consecuencias. Los errores ya no se pueden ocultar ni maquillar, y las alarmas están encendidas en todos los niveles del sistema aéreo.

El CEO Mauricio Sana fue denunciado ante la Justicia. Lo acusan de violar la inhabilitación del taller de Ezeiza y de volar aeronaves fuera de norma. Las denuncias impactan en la credibilidad de la gestión y generan rechazo entre funcionarios y empresarios.

Algunos funcionarios del Gobierno ya no lo reciben. También hay directivos de otras compañías aéreas que prefieren no tener vínculo con él. La figura de Sana se transformó en un obstáculo más para la recuperación de la empresa y su permanencia en el mercado.

El grupo inversor Cartesian, principal financiador externo, ya no quiere involucrarse. La posibilidad de intervenir en la gestión local es cada vez más remota. Nadie quiere pagar los costos de los errores cometidos por una conducción que perdió toda legitimidad.

El rojo económico que enfrenta Flybondi oscila entre los 300 y 370 millones de dólares. Esa cifra incluye el déficit actual y los compromisos asumidos a futuro. La situación financiera es crítica y no hay a la vista un plan de saneamiento creíble.

El nivel de productividad de la flota también es alarmante. Los aviones disponibles vuelan poco y mal. Las estadísticas muestran que Flybondi opera con un promedio muy bajo de rotación, lo que incrementa los costos por avión y reduce aún más la rentabilidad.

Se calcula que Flybondi emplea a 200 personas por cada avión en actividad. Es una proporción insostenible, que evidencia un desequilibrio operativo sin precedentes. La eficiencia, que era una bandera de la low cost, quedó completamente desdibujada.


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La imagen institucional de Flybondi está destruida. La marca genera más burlas que confianza. Se multiplican los memes, las quejas y los testimonios de usuarios que denuncian maltrato, estafas y servicios incumplidos. En redes sociales, la aerolínea es objeto de burla permanente.

Muchos creen que es más barato fundar una nueva compañía que intentar rescatar a Flybondi. El nivel de deterioro operativo, financiero y reputacional hace inviable cualquier intento de salvataje sin una inversión colosal y un recambio total de autoridades.

Dentro del Gobierno saben que no tienen reemplazo inmediato para Flybondi. La aerolínea, aunque deficiente, cumple rutas necesarias para el interior del país. Esto complica aún más las decisiones, porque tampoco hay espacio fiscal para una intervención estatal.

Flybondi sigue en venta por la simbólica suma de un dólar. El problema es que el comprador debe hacerse cargo de todas las deudas. Tres fuentes del sector confirmaron que hubo interesados, pero todos se retiraron rápidamente tras revisar los números.

En el ambiente empresarial ya se habla de un temor concreto. Temen que ocurra algo mucho más grave que lo ya sucedido. Un accidente mayor podría generar un escándalo que alcanzaría a autoridades, empresarios e inversores.

Francisco Muñiz Barreto es el presidente de Flybondi, según indicó el sitio Aviación On Line. Figura inscripto en la Inspección General de Justicia y es el responsable legal máximo de la compañía ante cualquier incidente. Su perfil bajo contrasta con el rol que debe cumplir.

Barreto también está vinculado a uno de los fondos que financia a la low cost. Su doble rol como ejecutivo y financista genera dudas. En caso de un hecho grave, la responsabilidad institucional recaería directamente sobre él.

Mauricio Sana, como CEO, no puede ser presidente por su nacionalidad colombiana. Su figura quedó desgastada y cercada por denuncias y rechazos, pero aún continúa al frente de la empresa, sin dar explicaciones públicas.


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La empresa es un caos legal, económico y técnico. No hay liderazgo claro, ni respuestas oficiales, ni horizonte de recuperación. Los inversores miran para otro lado y el Estado todavía no sabe cómo actuar.

El Gobierno no tiene margen para intervenir ni dejarla caer. Flybondi representa un dilema complejo: si desaparece, deja un vacío difícil de cubrir; si se sostiene, arrastra más problemas que soluciones.

Dentro del oficialismo se multiplican las preguntas sin respuestas. Nadie sabe qué hacer con Flybondi y todos esperan que la crisis se resuelva sola o que otro la tome. Pero ese "otro" todavía no apareció.

El problema dejó de ser privado para convertirse en político. La aerolínea low cost se volvió una preocupación de gestión, de seguridad aérea y de imagen para una administración que ya acumula frentes abiertos.

La situación afecta a miles de pasajeros y trabajadores. Cada cancelación impacta en la vida de quienes dependen de un vuelo. Pero también golpea al sistema turístico, a las economías regionales y al transporte comercial.

Nadie quiere ser responsable si algo sale mal. Las advertencias se acumulan y los informes internos ya llegaron a manos de autoridades que empiezan a tomar distancia por precaución legal y política.

Flybondi ya no es una opción confiable para volar. Ni siquiera los bajos precios justifican el nivel de improvisación, falta de garantías y trato deficiente que sufren los usuarios en cada tramo.

Lo que alguna vez fue una promesa de competencia y modernización terminó en ruina. Flybondi encarna hoy un modelo de negocios agotado, improvisado y peligroso que no tiene lugar en el presente ni en el futuro de la aviación argentina.

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