


“Lo que no se sabe, no se puede defender”. La frase resonó con fuerza en el aire de la emisora cuando María Julia Paz, docente jubilada y referente del Centro de Estudios Histórico y Social, volvió a decirla entre risas, memorias de infancia y convicciones firmes. Junto a Martín Fenen, también miembro del centro, participó de una charla radial que recorrió el valor de la historia local, los cambios en la educación y los relatos que, pese al paso del tiempo, siguen habitando la memoria de las comunidades.


La propuesta fue clara: rescatar esas historias que no aparecen en los manuales, pero viven en la voz de los pueblos. Desde los guanacos en la meseta hasta los ecos del viento en la costa atlántica, pasando por leyendas, estaciones de trenes olvidadas y la emoción de una escuela que educa desde la cama de un hospital.
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María Julia, quien forma parte de la Escuela Hospitalaria y Domiciliaria N°305, compartió detalles del trabajo personalizado que realizan con alumnos que atraviesan tratamientos médicos. “Es un desafío distinto, pero profundamente humano”, expresó al contar cómo cada clase se adapta a la realidad emocional y física de los estudiantes.
La historia también se hizo presente a través de los juegos del pasado. Desde la payana hasta el trompo, desde la taba hasta el truco, los miembros del centro repasaron los entretenimientos populares de 1810, muchos de ellos practicados solo por quienes pertenecían a clases sociales altas. El cruce entre lo lúdico y lo histórico permitió abrir un debate sobre el acceso desigual a la educación y el tiempo libre en la época colonial, y cómo esas diferencias siguen dejando huellas.
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Uno de los momentos más celebrados fue la evocación de una estación de tren que funcionó en la región desde fines del siglo XIX. Aunque hoy solo quedan rastros, fue fundamental para el crecimiento económico y cultural de la zona. "Permitió que llegaran productos, que se conectaran personas, que crecieran los pueblos", destacó Martín Fenen.
Desde el Centro de Estudios Histórico y Social subrayaron la importancia de construir identidad a partir de lo propio: historias transmitidas oralmente, anécdotas familiares, nombres de calles, silencios cargados de sentido. A través de talleres, visitas guiadas y publicaciones en redes sociales, el centro busca involucrar a más vecinos, especialmente jóvenes, en la reconstrucción del pasado común.
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“La historia no es solo un libro cerrado, es un cuerpo vivo que se transforma con quienes lo recuerdan”, remarcaron. Y recordaron que, aunque cambien las formas de enseñar, el amor por el lugar propio sigue siendo el motor para preservar la memoria colectiva.











