El sultán que vive rodeado de oro y autos únicos

Actualidad26/05/2025Sergio BustosSergio Bustos
rey autos
Hassanal Bolkiah, sultán de Brunei.

En una región pequeña del sudeste asiático reina uno de los hombres más ricos del planeta. Se trata de Hassanal Bolkiah, el sultán de Brunei, un líder que transformó su vida en una exhibición constante de lujo, poder y excentricidad. Su figura llama la atención del mundo por el nivel extremo de riqueza que ostenta desde hace décadas.

La opulencia atraviesa cada aspecto de su existencia. Desde su residencia oficial, el Istana Nurul Iman, que supera en tamaño al Vaticano, hasta sus autos recubiertos en oro, todo en la vida del sultán parece sacado de una fantasía sin límites. Su fortuna personal, que ronda los 20.000 millones de dólares, le permite sostener un estilo de vida único.

El palacio del sultán es una muestra concreta de su poder. Con más de 200.000 metros cuadrados, cuenta con más de mil habitaciones, centenares de baños, salones de banquete, una mezquita privada, un helipuerto y un garaje subterráneo. Es considerado el palacio residencial más grande del mundo.

La colección de autos de Bolkiah ocupa un capítulo aparte. El sultán posee más de 7.000 vehículos de alta gama. Ferrari, Bugatti, Rolls-Royce, Bentley, Lamborghini, Mercedes-Benz y marcas que solo existen por encargo forman parte de su gigantesco garaje. Muchos modelos fueron diseñados exclusivamente para él.

Uno de sus vehículos más llamativos es una limusina Rolls-Royce recubierta en oro. Fue utilizada en ceremonias reales y es considerada una de las piezas más extravagantes de la colección. Solo en Rolls-Royce, el sultán gastó más de 400 millones de euros, según estimaciones de expertos en automovilismo.

El sultán encargó modelos de Ferrari adaptados a su gusto. Solicitó versiones familiares de autos deportivos, unidades descapotables irrepetibles y combinaciones de colores inusuales. El criterio principal no fue la potencia, sino la exclusividad. Cada vehículo refleja una decisión personal.


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Muchos de esos autos fueron olvidados con el tiempo. Algunas unidades se cubrieron de polvo, otras quedaron invadidas por la vegetación. La leyenda indica que el sultán perdió el control sobre su propia flota, al punto de no saber cuántos autos conserva ni en qué estado.

La riqueza de Bolkiah proviene del petróleo. Brunei, su país, cuenta con enormes reservas de crudo y gas natural. La explotación de esos recursos permitió a la monarquía construir una economía sólida, sostenida por los ingresos del Estado, que a su vez concentran en manos del sultán el control político y económico.

El Boeing 747 del sultán también refleja su estilo. Se trata de un avión personalizado, con interiores revestidos en oro y mármol. Incluye un baño privado con ducha de lujo, dormitorio, oficina y comedor. Está valuado en más de 100 millones de dólares.

Además de aviones y autos, Bolkiah colecciona joyas, relojes y objetos de lujo. Cada pieza forma parte de su identidad. Se lo ha visto con relojes únicos de las casas más exclusivas, trajes confeccionados a medida en Italia y bastones tallados con piedras preciosas.

La familia real de Brunei mantiene el mismo nivel de vida. Sus hijos crecieron entre palacios, fiestas, viajes en jets privados y banquetes de decenas de platos. Uno de ellos, el príncipe Jefri, protagonizó escándalos internacionales por su estilo de vida aún más extremo.

Las ceremonias oficiales duran varios días. Incluyen espectáculos musicales, cocina internacional, competencias deportivas privadas y regalos costosos para los invitados. Todo se realiza en entornos cuidados hasta el más mínimo detalle, bajo la supervisión del protocolo real.

Brunei no tiene oposición política. Es una monarquía absoluta. Bolkiah ejerce como sultán, primer ministro, ministro de finanzas y jefe de las fuerzas armadas. No hay elecciones. Los cargos se heredan o se designan desde la corona. Las leyes se dictan por decreto.


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Las críticas internacionales no modificaron su sistema. La ONU y varias organizaciones señalaron la falta de libertades civiles en Brunei. Sin embargo, el régimen se mantiene intacto, protegido por la estabilidad económica y el poder simbólico de la familia real.

El pueblo de Brunei goza de beneficios del petróleo. Educación gratuita, salud pública de calidad y subsidios son moneda corriente. Muchos ciudadanos sienten orgullo por el sultán, al que consideran una figura paternal. La crítica interna es limitada y rara vez pública.

El culto a la figura del sultán se refuerza con cada acto. Las escuelas enseñan su historia, los medios difunden sus apariciones, y los discursos oficiales lo colocan como protector del orden, la fe y la tradición. Su imagen se imprime en billetes y edificios públicos.

El contraste con el resto del mundo llama la atención. Mientras otros países enfrentan crisis económicas, inflación o desigualdad, Brunei muestra una estabilidad financiera inusual. A pesar de ello, la ostentación del sultán genera incomodidad en muchas partes del mundo.

Las redes sociales amplificaron su fama. Videos de sus autos olvidados, fotos del palacio y registros de su avión privado circulan con millones de visualizaciones. Muchos lo ven como un símbolo de un lujo que roza lo absurdo.

Para otros, representa el último bastión del absolutismo dorado. Un tipo de gobierno que concentra poder y riqueza sin controles externos. Un estilo que parece sacado de la historia, pero que sigue vigente en el siglo XXI.

La figura de Bolkiah alimenta todo tipo de mitos. Desde túneles subterráneos hasta zoológicos privados. Algunas versiones nunca se comprobaron, pero crecen con cada nuevo dato sobre su patrimonio.

El sultán no da entrevistas. Su contacto con la prensa es escaso. Prefiere mantener una imagen reservada, administrada por sus voceros y cuidada en cada presentación oficial.

Brunei proyecta continuidad del modelo monárquico. Su hijo, el príncipe heredero, ya participa de actos oficiales y representa al país en eventos internacionales. Se espera que conserve el legado de su padre.

El poder del sultán no muestra signos de debilitamiento. Mientras el petróleo fluya, la estructura política y económica de Brunei continuará igual. Con el lujo como escudo y la tradición como bandera.

El mundo mira con asombro esa forma de vida. Algunos la critican, otros la admiran. Lo cierto es que pocos líderes concentran tantos símbolos de riqueza como Hassanal Bolkiah.

Su nombre aparece en todos los rankings de multimillonarios. Aunque el cálculo exacto de su fortuna varía, siempre figura entre los más poderosos del planeta.

El lujo de Bolkiah no busca discreción. Por el contrario, es una expresión de poder. Cada objeto que lo rodea confirma su estatus. Autos, oro, mármol, sirvientes, jardines infinitos.

Hassanal Bolkiah vive como un rey de cuentos. Pero no es ficción. Es el sultán más extravagante del mundo real. Su vida cotidiana está hecha de excesos convertidos en norma.

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