

Las ballenas jorobadas tienen patrones en sus cantos similares a los humanos
Actualidad27/05/2025

Un nuevo estudio internacional reveló que los cantos de las ballenas jorobadas siguen patrones matemáticos similares al lenguaje humano. El análisis fue publicado en la revista Science y plantea preguntas clave sobre cómo surge la comunicación en el reino animal. Durante décadas, estos sonidos largos y misteriosos intrigaron a científicos de todo el mundo.


Los investigadores aplicaron métodos de análisis lingüístico utilizados en bebés humanos para estudiar a las ballenas. Observaron que estos mamíferos estructuran sus cantos en secuencias predecibles y jerárquicas, con repeticiones que siguen la conocida ley de Zipf. Este principio organiza las palabras en función de su frecuencia.
La ley de Zipf establece que en cualquier idioma humano, las palabras más usadas aparecen muchas más veces que las menos comunes. Lo sorprendente es que los sonidos más repetidos en los cantos de las ballenas también tienden a ser más breves, lo que sugiere una optimización del mensaje transmitido.
Inbal Arnon, investigadora principal del estudio, explicó que no se trata de un “idioma” humano, pero sí de un sistema estructurado de comunicación. Esa organización refleja una lógica que hasta ahora se consideraba exclusiva del lenguaje humano. El hallazgo plantea nuevas líneas de investigación sobre la evolución del lenguaje.
Las ballenas no solo emiten sonidos; transmiten información cultural que se replica y transforma. Los machos jorobados cantan durante la temporada reproductiva, y esas canciones cambian con el tiempo. Nuevas versiones pueden expandirse entre poblaciones a través del océano.
Este fenómeno cultural es único entre los animales y ha sido documentado en varias regiones del Pacífico. Los científicos comparan este proceso con la difusión de modas o jergas humanas. Una canción “popular” puede reemplazar a otras en cuestión de años.
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La transmisión cultural de estos cantos implica un aprendizaje social complejo. No es una simple imitación: los cantos evolucionan, se combinan, se acortan y se reorganizan con fines aún desconocidos. Esto refuerza la idea de que los cetáceos poseen altos niveles cognitivos.
Aunque no hay evidencia de gramáticas formales como en el lenguaje humano, los cantos siguen estructuras estadísticas sofisticadas. El descubrimiento desafía la idea de que la organización del lenguaje es exclusiva de nuestra especie. Podría tratarse de una propiedad emergente de cualquier sistema de comunicación aprendido culturalmente.
Las ballenas jorobadas, al igual que algunas aves o primates, muestran vocalizaciones organizadas. Sin embargo, su escala de transmisión y complejidad las diferencia. Cada canción puede durar más de 30 minutos y alcanzar cientos de kilómetros bajo el agua.
El análisis bioacústico reveló que los elementos más frecuentes en los cantos tienden a ser más breves. Esta “ley de brevedad de Zipf” es otro principio que se verifica tanto en humanos como en cetáceos. Optimiza el uso de energía y mejora la comprensión.
Este tipo de organización mejora la eficiencia del mensaje. Es lógico pensar que si un sistema de comunicación evoluciona para facilitar el aprendizaje y la memorización, tenderá a adoptar estas reglas. La ley de Zipf podría ser una consecuencia de esa necesidad.
Los investigadores no aseguran que los sonidos tengan significados fijos, pero tampoco lo descartan. Una hipótesis es que cada canto transmite información relacionada con el estado del macho o con su identidad. Aún no se ha podido comprobar.
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El estudio despierta la curiosidad sobre si estos cantos podrían funcionar como “códigos” compartidos. Serían equivalentes a frases aprendidas, que se repiten entre individuos y que cumplen funciones comunicativas específicas en el contexto de la reproducción.
En ese sentido, el descubrimiento refuerza la idea de que la cultura también puede moldear la comunicación en especies no humanas. El entorno social y la necesidad de interacción podrían empujar a ciertas especies a organizar sus sonidos con reglas lógicas y repetibles.
Este avance redefine la inteligencia de las ballenas jorobadas. Su capacidad para aprender estructuras complejas, modificarlas y compartirlas con otros individuos indica un nivel cognitivo que va más allá de lo esperado para animales marinos.
Las técnicas utilizadas en este estudio provienen del análisis del lenguaje en bebés. Los humanos reconocen patrones sonoros y segmentan palabras desde edades tempranas. Esa misma habilidad parece presente en las ballenas a través del aprendizaje de sus cantos.
Lo más sorprendente es que ciertos cantos han cruzado el océano Pacífico. En poco tiempo, una versión surgida en Australia pudo escucharse en poblaciones de ballenas en Polinesia o incluso en Sudamérica. Este fenómeno no tiene paralelo en otras especies animales.
El equipo científico busca ahora responder nuevas preguntas. ¿Qué función específica cumplen los sonidos más frecuentes? ¿Cómo se produce la transmisión de cantos entre grupos lejanos? ¿Pueden surgir “dialectos” regionales entre ballenas?
Las respuestas podrían llegar con avances en inteligencia artificial y análisis acústico. La tecnología permitiría interpretar mejor las estructuras, detectar patrones ocultos y, quizás, descifrar posibles significados en los cantos.
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Algunos investigadores imaginan un futuro en el que podamos interpretar esos sonidos. Aunque parezca ciencia ficción, los avances actuales permiten pensar que algún día logremos identificar mensajes básicos en la comunicación de ballenas.
Por ahora, los científicos advierten que no debemos romantizar el hallazgo. Aún no hay evidencia de que estos cantos transmitan conceptos complejos. Pero sí está claro que no son simples sonidos aleatorios.
La ley de Zipf parecía una característica humana. Este descubrimiento demuestra que puede emerger en otras especies que aprenden y comparten información mediante sonidos.
Este tipo de descubrimientos impacta también en nuestra comprensión de la evolución. Sugiere que ciertos principios organizativos podrían surgir siempre que exista presión para comunicar de forma eficiente.
Los cantos de las ballenas jorobadas se convierten así en un espejo. Reflejan patrones que creíamos únicos de nuestra especie y nos invitan a reconsiderar lo que significa comunicarse.
La investigación también abre puertas en la protección de cetáceos. Si entendemos mejor su inteligencia y cultura, aumenta el compromiso global por su conservación.
El lenguaje ya no es solo un rasgo humano. Es posible que emerja en cualquier especie capaz de aprender colectivamente y de transmitir ese aprendizaje en el tiempo.
Los científicos destacan que la estructura de los cantos cambia año a año. Esta variabilidad muestra creatividad, adaptación y capacidad de innovación sonora en los cetáceos.
Lo que comenzó como un misterio biológico ahora tiene una explicación matemática. Pero la emoción de descubrir cómo “hablan” las ballenas apenas empieza.











