


Cincuenta días sin noticias y un hallazgo estremecedor cambiaron la vida de Erica Godoy para siempre. El 11 de junio, la policía encontró un cuerpo en el río Chubut con vestimenta y accesorios que coincidían con los de su hijo Emanuel Centeno, un joven de 28 años con epilepsia y discapacidad motriz. “Me quitaron el derecho como madre de poder reconocer a mi hijo”, denunció Erica, luego de que tres policías decidieran sepultarlo sin su consentimiento.

Emanuel fue visto por última vez el 22 de abril en una reunión con cuatro amigos. Desde esa noche, el silencio de ese grupo fue total. La familia sostiene que esa noche esconde más de lo que se cuenta. El fiscal del caso aún no descarta ninguna hipótesis, pero la sospecha de un homicidio comienza a ganar peso en la investigación.
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La madre y los abogados cuestionan con dureza las irregularidades cometidas desde el hallazgo. La policía alegó que la zona era de “difícil acceso” y que por eso no permitieron la presencia de la familia. Seis días después, con el cuerpo ya sepultado por decisión del municipio de Gaiman, la bronca estalló. La abogada querellante, Luciana Pueyo, advirtió que “la decisión se tomó sin autorización de la madre ni del padre”.
El informe forense complicó más las cosas: “No es posible determinar la causa de muerte”, concluyó el equipo del Poder Judicial de Chubut. El cuerpo presentaba un avanzado estado de putrefacción y se estima que estuvo entre uno y tres meses en el río. Sin embargo, la ropa intacta generó nuevas dudas. ¿Cómo pudo mantenerse así si estuvo tanto tiempo sumergido?
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La defensa rechaza la hipótesis de una caída accidental. Emanuel nadaba bien y conocía la zona. “No tenía hematomas que indiquen un golpe fatal”, explicó el abogado Gustavo Ríos. Se espera un análisis complementario y no se descarta un pedido de ADN independiente para despejar dudas.
Durante un allanamiento, la causa dio un giro inesperado: en la casa de uno de sus amigos, Brandon, apareció la gorra roja que Emanuel usaba todos los días. Brandon dijo que se la había regalado, pero la madre considera esa versión “poco creíble”. Para ella, la gorra tenía un valor emocional muy fuerte para su hijo.
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El objeto fue secuestrado por los investigadores y se convirtió en una pieza importante para esclarecer el caso. La semana próxima podría ser determinante: el Ministerio Público Fiscal definirá si los cuatro amigos que estuvieron con él aquella noche deben declarar. Las declaraciones podrían abrir nuevas líneas o cerrar puertas definitivamente.
Erica, junto con la abuela de Emanuel, de 82 años, sigue reclamando justicia. La familia se enfrenta a un sistema que avanza con lentitud y decisiones arbitrarias. Mientras tanto, el dolor se mezcla con la sospecha y la incertidumbre.
Fuente: El Patagónico









