

El 26 de junio de 2012, a las 6:40, una llamada interrumpió el sueño de Mario Acosta. Al principio pensó que se trataba de una broma, hasta que escuchó por su Handy los pedidos desesperados de ayuda que confirmaban la magnitud del desastre. “Te llamé enseguida, Sergio, y salimos sin saber bien adónde íbamos”, recordó durante la entrevista en #LA17.

Al llegar al lugar, el panorama era desolador. el frente del camión había desaparecido. Había cuerpos sobre la banquina y heridos por todas partes. Mario documentó la escena con su cámara, pero en medio del caos tomó otra decisión: “En un momento dije: basta de fotos, hay que ayudar”, aseguró, mientras asistía como bombero voluntario.
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Durante los primeros minutos no se sabía qué había pasado, la ruta era un laberinto de colectivos que volvían de un acto político y un camión destruido que sembraba más dudas que certezas. “No entendíamos nada. Pensábamos que todos esos colectivos estaban involucrados”, relató. Solo con el correr de las horas se fue armando el rompecabezas.
A falta de recursos, la solidaridad tomó el mando, había gendarmes heridos esperaban atención urgente. Médicos civiles ofrecían lo que tenían. Mario recibió un bolso con collarines y vendajes del doctor Barbosa, y aplicó sus conocimientos adquiridos en prácticas de primeros auxilios. “Todo lo que practicamos los sábados sirvió ese día”, resumió.
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El operativo fue creciendo con el correr del tiempo., se sumaron bomberos de Rawson, ambulancias de Trelew, personal de Defensa Civil y funcionarios provinciales. Pese a todo, “en un momento éramos los únicos dos civiles en el lugar”, afirmó, y recordó que el jefe de Gendarmería les pidió quedarse para colaborar en el lugar.
La noche dejó imágenes imborrables, después del frenesí inicial, los bomberos se sentaron en ronda. Exhaustos. Silenciosos. “Después que pasa la adrenalina, sentís el golpe”, describió Mario. El accidente también modificó su rol como periodista. Tuvo que fotografiar cuerpos, pero decidió que solo cuatro imágenes podían mostrarse. Las demás quedaron guardadas para siempre.
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A 13 años de aquel día, el testigo aún repasa cada detalle. “No tenemos señal en la ruta. Ese día teníamos que manejar hasta 30 km para avisar lo que pasaba”, denunció. Hoy repite que estar preparados es indispensable, porque no se sabe cuándo puede ocurrir lo inesperado. “Hay que estar listo para ayudar”, cerró.




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