
El submarino nazi que se rindió en Mar del Plata y desató una lluvia de sospechas
Actualidad11/07/2025
Sergio Bustos
Todavía era de noche el 10 de julio de 1945 cuando un submarino alemán emergió frente a las costas de Mar del Plata. El U-530 apareció herrumbroso, sin anunciarse y con una tripulación intacta. El país se sacudió de inmediato. La guerra en Europa había terminado, pero las teorías sobre jerarcas nazis escapando hacia Sudamérica cobraban fuerza.


El primero en ver la nave fue un pescador, que dio aviso a Prefectura. El acorazado Belgrano respondió al llamado. Dos lanchas salieron al encuentro y el joven comandante Otto Wermuth, de apenas 25 años, entregó la nave y saludó con condecoraciones en el pecho. No portaba órdenes de rendición, pero sí una maleta con la insignia del submarino.
La bandera alemana ondeó por última vez al día siguiente. A las 16, Wermuth firmó el acta de rendición ante el jefe de la base naval, Julio C. Mallea. La escena fue prolija, ceremonial. Demasiado prolija para lo que se esperaba de una rendición.
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No había jerarcas nazis a bordo, según informaron las autoridades. Pero faltaba el bote salvavidas, detalle que alimentó todo tipo de teorías. En paralelo, los marinos eran bien recibidos, agasajados con comida, cigarrillos y hasta entretenimientos. “Se sorprendían de la abundancia y la cordialidad”, contaron los cronistas de entonces.
Oficiales argentinos los entrevistaron sin obtener documentos. Muchos se presentaron con el saludo nazi. Nadie quiso hablar de lo técnico. Nadie explicó por qué el submarino llegó tan tarde. Los motores estaban deteriorados, y la nave tenía conservas, chocolates, ropa térmica y cigarrillos. Según Wermuth, habían navegado 18 semanas desde Suecia sin tocar puerto.
Al revisar el submarino, descubrieron que le habían quitado equipos de alta potencia. Según el capitán, los habían arrojado al mar, junto con un cañón de cinco toneladas. Tampoco estaban las cartas de navegación ni la bitácora, y nadie aclaró si las destruyeron o si quedaron en poder de la Armada argentina o de los aliados.
El número de tripulantes tampoco cerraba. El U-530 solía operar con 35 hombres. Ese día llegaron 54. ¿Dónde embarcaron los demás? ¿Qué traían? ¿A quién dejaron? La teoría de una fuga de jerarcas cobró fuerza y no se apagó jamás. El Ministerio de Relaciones Exteriores explicó que eran prisioneros de guerra. Pero la sospecha ya estaba sembrada.
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El 15 de julio, los alemanes fueron trasladados a Buenos Aires, luego a la isla Martín García. Siete días después, el gobierno firmó el decreto que los entregaba a Estados Unidos y Gran Bretaña. Allí los interrogaron durante meses. Querían saber si Hitler había escapado.
El 29 de julio, el submarino fue remolcado hasta Río Santiago. Dos años después, fue hundido durante ejercicios navales norteamericanos. Su historia quedó enterrada en el Atlántico. O casi.
El 17 de agosto, otro U-boat alemán, el U-977, apareció en Mar del Plata. Traía la bitácora completa. Corrió la misma suerte que el anterior. Pero entonces en la costa de Necochea hallaron un bote salvavidas. Era alemán. Estaba vacío. ¿Pudo haber desembarcado alguien?
La versión de que Hitler y Eva Braun escaparon por mar nunca se confirmó, pero tampoco se disipó. Las cartas del capitán, los silencios de la tripulación, el trato especial, el misterioso cañón arrojado al mar… todos cabos sueltos que alimentan la leyenda.
















