Del baño a la administración: la historia de una trabajadora que se ganó su lugar en el oleoducto

“Nadie me regaló nada”, dice sin vueltas Julia Díaz Durán, trabajadora del oleoducto VMOS y militante de UOCRA Río Negro. “Tuve que recorrer mucho camino, aprender y capacitarme”. Su historia resume el esfuerzo de miles de mujeres que, lejos de casa, buscan un trabajo digno sin padrinazgos ni acomodos.

Arrancó como tantas otras: limpiando baños y manteniendo impecables las gamelas del proyecto. Pero no se quedó ahí. Asumió cada tarea como una oportunidad para aprender: hoy maneja herramientas, se mueve en gastronomía, maestranza, administración o como apuntadora. “Cuando menos te lo esperás, te toca otra cosa. Así conocemos toda la empresa”, cuenta con orgullo.

No le dio vergüenza empujar una carretilla ni poner el cuerpo en las condiciones más duras. Al contrario: “La carretilla es más mía que de la empresa. La uso siempre que puedo”, dice entre risas.

Su militancia gremial fue clave para sostenerse en el camino. “Soy militante de UOCRA, eso fue lo mejor que me pudo pasar. Conocí compañeros y compañeras con realidades distintas pero un mismo objetivo”. La solidaridad de sus pares y el respaldo de la organización sindical fueron su sostén.

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No olvida el rol del gremio. “Desde la UOCRA nos capacitan, nos defienden y hacen cumplir nuestros derechos. Nos ayudan a crecer como personas”, destaca. También subraya el espacio ganado por las mujeres: “Tenemos voz, voto y un lugar donde nos escuchamos. Somos sororas y unidas de verdad”.

La distancia de su hogar duele, pero hay recursos para aliviarla. “Siempre hay una voz amiga, una guitarra, un bombo. Se arma al toque. Le ponemos la mejor”, dice sobre el espíritu que reina entre los y las trabajadoras.

Muchos le preguntan cómo consiguió el puesto. Su respuesta es directa: “Me pelé bien el traste llevando currículums por doquier. Golpeé puertas. No todas se abrieron… solo un par”.

Julia no esquiva el contexto. “Lamentablemente no se generan fuentes de trabajo en la Comarca ni en el país. Me da pena ver jóvenes que buscan trabajo y les piden experiencia, mientras se acomodan parientes y amigos”.

Hoy, a kilómetros de casa y con varias décadas a cuestas, sigue firme. “No tengo 20 años y muchas veces eso es una limitante. Pero hoy no me queda otra”, afirma con la frente en alto.

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A quienes le escriben pidiendo contactos o ayuda para entrar, les responde sin filtro: “Hacé el caminito, que es largo y sinuoso. Y suerte”.

Antes de despedirse, se define con una frase que resume todo: “Soy mujer, madre, trabajadora y una locutora de la puta madre. Y mi salud está bárbara, a Dios gracias”.

FUENTE: másrionegro