Encuentran calzado talla 47 en un fuerte romano y reabren el misterio del Muro de Adriano

Actualidad16/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
zapatos romanos
Los zapatos número 47.

Un zapato puede decir mucho más que un documento. Eso creen los arqueólogos que trabajan cerca del Muro de Adriano, donde apareció una colección de calzado romano que descoloca a los expertos.

El hallazgo ocurrió en el Fuerte Magna, una antigua guarnición que formaba parte de la línea defensiva del Imperio Romano en el extremo norte de Gran Bretaña. Allí, los investigadores desenterraron 34 piezas de calzado, entre ellas varios pares que superan los 30 centímetros.

“Encontramos botas, sandalias y hasta calzado infantil, pero los más llamativos fueron esos zapatos enormes que no encajan con los registros que conocemos”, explicó Rachel Frame, arqueóloga al frente del proyecto.

En la actualidad, una talla de ese tamaño corresponde al número 47 argentino. Para la época romana, representa una rareza total. Los manuales militares describían a los soldados como hombres de estatura media, robustos, pero no gigantes.


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La primera sospecha fue que esos zapatos estaban deformados o que tenían algún tipo de relleno. Pero al hallar varios ejemplares diferentes y todos con dimensiones similares, la teoría cambió: los pies eran grandes y reales.

La pregunta ahora es por qué. ¿Se trataba de una unidad especial? ¿El terreno requería hombres de gran contextura? ¿O era solo una coincidencia física dentro de un grupo más diverso de lo imaginado?

“Las legiones que llegaban a esta zona del imperio eran mixtas, con soldados de distintas regiones”, señalaron los especialistas. Podrían haber sido germanos, galos o africanos del norte. Roma reclutaba donde podía y no siempre seguía un molde estricto.

El Fuerte Magna funcionaba como puesto de avanzada. Albergaba no solo soldados, sino también artesanos, comerciantes, mujeres y niños. Los restos hallados ofrecen un retrato más amplio que el de los textos oficiales.

El calzado, en particular, resulta una fuente vital para reconstruir esa vida. La forma de las suelas, el desgaste del cuero, los clavos de refuerzo. Todo habla. Y en este caso, grita: alguien con pies enormes caminó por ahí hace 2.000 años.


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Los arqueólogos también buscan ADN o restos microscópicos adheridos a los zapatos. Cualquier indicio puede ayudar a identificar el origen geográfico o el oficio de quien los usó.

Hasta ahora, pocas tumbas aparecieron en la zona, ya que la costumbre era la incineración. Eso complica las identificaciones. Pero la ausencia de cuerpos no impide que la historia resurja desde el suelo.

Además del calzado, se recuperaron hebillas, herramientas de cuero y clavos decorativos. Todo apunta a una comunidad activa, que no solo combatía sino que vivía, criaba hijos y se adaptaba al clima hostil del norte británico.

El hallazgo también desafía ciertas ideas fijas sobre el ejército romano. No todos eran clones del centurión ideal. Había variedad de cuerpos, culturas y modos de vida.

“Estos soldados probablemente eran enormes, no solo por su calzado, sino por la necesidad del entorno”, sugiere Frame. Y aunque no tengan nombre, dejaron una huella firme.

Con cada zapato que sale del barro, se arma un nuevo fragmento de historia. Y esta vez, con una talla que no entra en los manuales.

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