Invirtió 100 mil dólares en dos alumnos y terminó con una fortuna de 11 mil millones

Actualidad16/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
david cheriton
David Cheriton.

No fundó una empresa, no creó un producto, no apareció en portadas. Sin embargo, David Cheriton escribió uno de los capítulos más rentables del siglo XXI. Su acierto consistió en ver algo antes que el resto. Y actuar.

Era profesor de informática en la Universidad de Stanford cuando dos estudiantes, Larry Page y Sergey Brin, le presentaron una idea ambiciosa: revolucionar la forma de buscar en internet. Se trataba de un algoritmo potente, pero sin financiamiento.

Junto al ingeniero Andy Bechtolsheim, Cheriton no dudó. Redactaron un cheque por 100 mil dólares. Esa inversión se transformó en la base del buscador que, años después, conquistaría el mundo bajo el nombre de Google.

Mientras muchos vendieron rápido, él se quedó. Creyó en el proyecto, en su solidez técnica y en el equipo detrás. Esa fidelidad lo llevó a construir una fortuna que hoy supera los 11.800 millones de dólares, según Forbes.


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Pero el dinero nunca fue su motor. Cheriton siguió dictando clases, manejando su propio auto y evitando la exposición mediática. Su día a día no se parece en nada al de otros multimillonarios del sector tecnológico.

“No necesito un yate ni un jet privado”, declaró alguna vez. Prefiere el pizarrón, los estudiantes y la vida académica. No gasta en lujos, no da conferencias motivacionales ni aparece en redes sociales.

Su nombre no suele circular fuera de Silicon Valley, pero en los pasillos de Stanford es una leyenda. Se lo conoce por su rigor, su perfil bajo y su olfato para detectar talento. A lo largo de los años también invirtió en otras compañías, aunque sin replicar el impacto de Google.

El acierto inicial sigue marcando su vida financiera. Pero él insiste en que el verdadero valor está en la educación, no en la cuenta bancaria. Continúa investigando y formando a nuevas generaciones de ingenieros.

La paradoja es clara: uno de los hombres más ricos del mundo nunca persiguió la riqueza. Solo apostó a tiempo por una buena idea. Y esa idea se volvió gigante.


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Hoy, Google es sinónimo de internet. Su buscador se usa a diario en cada rincón del planeta. Pero pocos recuerdan que todo empezó con la confianza de un docente que creyó en dos estudiantes.

El caso de Cheriton derrumba el mito de que hay que ser el protagonista para cambiar la historia. A veces alcanza con estar en el lugar justo, con los ojos bien abiertos.

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