Los restaurantes se vacían: comer afuera ya no entra en los planes

Actualidad20/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
restaurantes vacios
Restaurantes vacios.

Comer afuera se volvió un lujo que pocos se permiten. Según un informe de Kantar, el 76% de los argentinos redujo sus salidas a restaurantes. La postal se repite: mesas vacías, mozos ociosos y persianas bajas.

El 74% señala que los altos precios los espantan. Ya no se trata solo de ahorrar: muchos también mencionan las largas esperas (41%) y las malas experiencias previas (30%), sobre todo entre los más jóvenes. La combinación desalienta.

Los restaurantes de alta cocina son los grandes perdedores. Apenas un 12% de los encuestados los elige. El foco se corre hacia lugares más accesibles: bodegones, cafeterías y espacios casuales. Lugares donde todavía se puede compartir sin romper el bolsillo.

La comida rápida capta al 48% de los jóvenes de 18 a 34 años. En contraste, el 70% de los mayores de 65 prefiere la opción casual. Las cafeterías marcan una tendencia clara en el segmento de 18 a 24 años, donde alcanzan un 41% de preferencia.


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A pesar del contexto, el 42% aún sale a comer con frecuencia. Algunos lo hacen varias veces al mes, otros una vez por semana. Pero incluso ahí se impone la estrategia: elegir bien, compartir gastos o buscar promos.

La sociabilización sigue siendo el motor principal. El 66% de los encuestados dice que sale para ver gente. “Salir a comer sigue siendo un ritual social importante”, apunta el estudio. Aunque menos frecuente, la costumbre resiste.

Celebrar también justifica el gasto. El 33% de los consultados reserva las salidas para cumpleaños, aniversarios u ocasiones especiales. Entre adultos de 35 a 49 años, ese número sube al 44%.

Las salidas ya no son lo que eran. Lo que antes era rutina, ahora requiere planificación. Reservas, comparación de precios, lectura de reseñas. Todo vale antes de sentarse a la mesa.


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Muchos restaurantes bajaron la persiana. La caída de clientes es directa: menos consumo, menos ingresos, menos personal. La gastronomía sufre uno de los peores inviernos en años.

El fenómeno tiene un impacto profundo. Afecta no solo al rubro, sino a la vida urbana. “Los bares vacíos le sacan alma a la ciudad”, comentan comerciantes. Y los barrios lo sienten.

Algunos locales apuestan por reinventarse. Menús más cortos, platos compartidos, combos económicos. También hay quien incorpora shows o promociones temáticas para tentar a la clientela.

El delivery ya no compensa. Si bien se mantuvo durante la pandemia, hoy también cae por el alza en los precios y los cargos extra. La experiencia de salir a comer no encuentra reemplazo.

El dato más llamativo: cada vez se sale menos, pero se valora más. Las salidas se vuelven excepcionales, pero también más significativas. Un pequeño gusto, una pausa, una charla.

La gastronomía no desaparece, pero cambia de forma. Se adapta al bolsillo, a la rutina, al clima social. Sobrevive en los bordes: en una cafetería cálida, en un bodegón con mantel de papel.

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