La pesca industrial vacía el Bósforo y amenaza la seguridad alimentaria de Estambul

Radio Francia Internacional presentó en su podcast Grandes Reportajes de RFI una investigación sobre la sobrepesca en el Bósforo, firmada por María José Ballén, estudiante colombiana galardonada con una mención especial en el Premio Reportaje de RFI en Español. El trabajo denuncia un modelo extractivo que avanza sin freno y que empuja al límite a la biodiversidad marina de la región.

El Bósforo, ese estrecho que le da alma a Estambul y conecta el Mar Negro con el Mediterráneo, es escenario de un drama submarino que pocos ven pero que todos sufren. En la superficie, miles de barcos de carga, graneleros y militares circulan cada año. En el fondo, millones de peces pelágicos migran para reproducirse, intentando completar un ciclo biológico ancestral.

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En 2024, más de 41.000 embarcaciones atravesaron el Bósforo en apenas nueve meses, según el Ministerio de Transporte turco. Sin embargo, lo que preocupa no es el tránsito comercial, sino la actividad de arrastreros y cerqueros que pescan sin pausa durante los meses de migración invernal.

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“Cada vez las máquinas son más grandes y quieren más”, resume Ozman, pescador artesanal de Sariyer, uno de los distritos históricos de Estambul que depende casi por completo del mar. Solo en esa zona viven unas 10.000 personas dedicadas a la pesca. “La pesca industrial se lleva todo. Va peor con los años”, advierte.

El problema no radica solo en la magnitud de la pesca, sino en dónde y cuándo se realiza. El Bósforo no es una cuenca abierta. Es angosto, poco profundo y funciona como un corredor biológico esencial para la reproducción de especies. Allí se juega la continuidad de la cadena alimentaria marina.

Especialistas y cooperativas pesqueras vienen pidiendo, sin éxito, la prohibición total de métodos industriales nocivos como las redes de cerco en el Bósforo y el Mar de Mármara. Las regulaciones actuales resultan ineficaces frente al ritmo destructivo que impone el negocio.

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El reportaje retrata con precisión el contraste entre la actividad artesanal, que respeta los tiempos del ecosistema, y la presión de una industria que actúa como si el mar no tuviera límites. La consecuencia inmediata es la disminución drástica de las reservas, pero detrás se asoma un desabastecimiento que podría impactar a toda la ciudad.

Lo que sucede en estas aguas no es solo una disputa sectorial, sino un síntoma de algo más profundo: el deterioro ambiental producto de decisiones políticas y económicas que ignoran las advertencias científicas. La migración de los peces, que antes era un flujo natural, se ha vuelto una lucha contra la maquinaria del saqueo.

La investigación de Ballén, respaldada por testimonios y datos concretos, pone el foco en un fenómeno que atraviesa al planeta: el modo en que consumimos recursos como si fueran infinitos. En este caso, el daño no se esconde. Está a la vista de quienes, todos los días, salen al mar y vuelven con las redes vacías.

Material publicado por gentileza Radio Francia Internacional