
El arbolito del Golfo: Historia de la plataforma Mosconi en Puerto Madryn
Por Sergio Bustos
Mi Archivo20/07/2025

Durante más de una década, la plataforma semisumergible General Mosconi fue parte del paisaje marino de Puerto Madryn. Su silueta iluminada, sus idas y vueltas, y su destino incierto marcaron una era de ilusiones petroleras que nunca se concretaron.

El 4 de abril de 1982, mientras la atención nacional estaba enfocada en el conflicto del Atlántico Sur, la ciudad de Puerto Madryn recibía a la plataforma General Enrique Mosconi, una unidad de perforación semisumergible propiedad de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Había sido remolcada desde cercanías de las Islas Malvinas por los buques West Penguin, West Pelikan y West Aboccet, y sería fondeada en el Golfo Nuevo para someterse a una revisión estructural.
El motivo declarado era un mantenimiento preventivo, similar al realizado en 1980, tras un accidente en el Mar del Norte. Así lo explicó en conferencia de prensa el capitán Norberto Edgardo Paletta, jefe del Departamento Marítimo y Perforación Costa Afuera de YPF: “Estas unidades requieren inspecciones rigurosas. La General Mosconi se encuentra en óptimas condiciones, sin fisuras”. Sin embargo, había sido trasladada al Golfo Nuevo debido al comienzo de las hostilidades en Islas Malvinas en el comienzo de la guerra con el Reino Unido.
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La estructura era imponente: una hectárea de superficie, 96 metros de altura, cinco patas de acero y capacidad para alojar hasta 120 personas. Esa mole flotante se instaló a tres millas de la costa, frente al muelle Almirante Storni, y comenzó a formar parte del paisaje madrynense.
Desde la costa, la plataforma brillaba. Literalmente. Su sistema de iluminación de uso continuo convertía la torre en un faro artificial que nunca se apagaba. Con el paso del tiempo, los vecinos comenzaron a llamarla “el arbolito de navidad”, por la forma en que sus luces dominaban las noches en la bahía.
La vida a bordo era intensa. En 1989, una visita periodística reveló detalles del funcionamiento interno: grúas automatizadas, motores de 16 cilindros, salas de máquinas con más de 100 decibeles, y una planta desalinizadora que transformaba agua de mar en potable. Todo funcionaba 24 horas al día.
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Aunque su tarea original era la exploración petrolera, la plataforma permanecía detenida, cumpliendo apenas funciones de mantenimiento. Lo confirmaban desde Río Colorado S.A., empresa a cargo de su operación. Sin embargo, nadie se animaba a definir públicamente si alguna vez volvería a perforar.
El tiempo pasaba y la Mosconi seguía allí, anclada en el Golfo. Para 1990, YPF había decidido venderla: el 3 de septiembre fue transferida a la firma noruega International Rig Invest Ltda. por 8 millones de dólares. Hasta ese momento, costaba al Estado 50 mil dólares por día solo por estar fondeada.
En enero de 1992, regresó al Golfo Nuevo tras un breve trabajo en Santa Cruz. Volvió a su lugar, como quien regresa a casa. Pero algo había cambiado: ya no se llamaba General Mosconi, sino Port Magellan, y operaba bajo bandera panameña.
El nuevo nombre no impidió que los madrynenses siguieran identificándola como propia. En esos días, el cronista de un diario local escribió: “Fue la primera Navidad sin el enorme árbol iluminado en el agua. Ahora volvió, y con ella, la nostalgia luminosa”.
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No todos veían con simpatía a la plataforma. En marzo de 1992, una nota editorial la calificó de “adorno caro”. Se cuestionaban los costos, la inutilidad operativa y el abandono de objetivos originales. Mientras la estructura reposaba en el mar, el país acumulaba deudas y promesas incumplidas.
Técnicos de la Agencia Marítima Martín, a cargo de su asistencia desde 1991, confirmaban el escaso movimiento. En abril de 1993 informaban que solo quedaban cuatro personas a bordo: dos filipinos y dos norteamericanos. El personal rotaba cada 20 o 180 días. No había perforaciones. Solo rutina.
En septiembre de 1995, la empresa Energy Equipment Resourche Inch —nueva propietaria— anunció que la plataforma sería remolcada a Brasil para trabajar en la reparación de pozos petroleros. No fue una venta, sino un chárter temporal. El personal embarcado ya no era argentino.
El 6 de octubre de ese año, la plataforma Port Magellan —la Mosconi— dejó definitivamente las aguas del Golfo Nuevo. La Agencia Martín confirmó que no había datos sobre un eventual regreso. Tras trece años de presencia casi ininterrumpida, la silueta se alejó para siempre.
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Desde 1982 hasta 1995, la plataforma marcó un capítulo único en la historia reciente de Puerto Madryn. Fue parte del paisaje, del imaginario colectivo y de las conversaciones diarias. Algunos la veían como un derroche, otros como un símbolo. Pero todos la conocían.
No perforó un solo pozo frente a las costas chubutenses. Pero dejó una marca emocional. Cuando el horizonte volvió a estar vacío, muchos comprendieron que algo faltaba. El Golfo había perdido su faro artificial, ese “arbolito” que, noche tras noche, acompañó en silencio los días de la ciudad.




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