Claudia Martitsch: "Una ballena me rozó las manos con la aleta y me emocioné hasta las lágrimas”

En Península Valdés, Patrimonio de la Humanidad, la vida de Claudia Martitsch está marcada por el contacto permanente con el mar y su fauna. Guía ballenera, timonel y buceadora, ha recorrido durante años el Golfo Nuevo, el Golfo San José y la costa de Rawson, navegando entre ballenas, orcas y delfines. Su vínculo con el océano nació en Buenos Aires, pero encontró en la Patagonia el lugar que eligió para quedarse.

Martitsch recuerda en dialogo con Paola Brossy, por #LA17, que su pasión se fortaleció al iniciar un curso de buceo en Buenos Aires, motivada por una charla sobre tiburones. “Mi amor por la biología siempre está, aunque no haya terminado la carrera”, contó. Desde entonces, alterna la guía turística con el timón de embarcaciones que pueden transportar hasta 70 pasajeros. En un ámbito mayoritariamente masculino, remarca que las mujeres deben insistir para ser contratadas como timoneles.

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Su trayectoria incluye momentos que la marcaron. “Un día una ballena me rozó las manos con la aleta y me emocioné hasta las lágrimas”, recordó. También vivió encuentros cercanos con orcas, a las que describe como animales con una inteligencia y percepción excepcionales. Sobre ellas, es clara: “Las orcas no comen gente”, diferenciando la conducta de las que viven libres de las que permanecen en cautiverio.

Martitsch ha sido testigo de hechos, como la reciente presencia de estas orcas en Punta Loma y playas cercanas a Puerto Madryn. Explica que estos animales investigan nuevos espacios y que su comportamiento de caza hacia ballenas francas es natural, aunque pocas veces se documenta. “Con la tecnología actual, se registran conductas que antes quedaban invisibles”, señaló.

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Además de su trabajo en el mar, participa de actividades de buceo y apnea, organizando torneos internacionales. La apnea, dice, le otorga un contacto más íntimo con el océano por el silencio absoluto bajo el agua. También recomienda experiencias como el snorkeling con lobos marinos en Punta Loma, posible para todo público, incluso quienes no saben nadar.

En lo laboral, reconoce que la crisis económica impactó en el turismo náutico. La fluctuación del dólar y la disminución de visitantes extranjeros influyen en las contrataciones, aunque sostiene que septiembre atrae más público por la presencia simultánea de ballenas, pingüinos y elefantes marinos.

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Martitsch aconseja planificar con cuidado los avistajes embarcados, priorizando días de buen clima para evitar cancelaciones por viento. También valora la observación costera en lugares como El Doradillo, donde con marea alta se puede disfrutar de un espectáculo cercano y gratuito. “Es totalmente válido y puede ser fantástico”, afirmó.

“Yo me sigo emocionando como la primera vez que vi una ballena de cerca”, confesó. Para ella, cada salida al mar es distinta y siempre deja algo nuevo: “Busco que la gente se lleve un plus, que entienda lo que vio y lo valore”. Considera que la conexión emocional de los visitantes es clave para que regresen y se comprometan con el cuidado del entorno.

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Su vínculo con la naturaleza también se refleja en tierra, donde convive con huskies siberianos desde hace décadas. Los describe como perros intensos y poco manipulados genéticamente, cercanos al lobo y con un carácter independiente. “Son mis peluches, aunque a veces me vuelvan loca”, bromeó.

Sobre su futuro, anticipa que trabaja en dos proyectos vinculados con el turismo y la naturaleza, uno de ellos con un enfoque espiritual. “Siempre que puedo trato de enamorar a los demás como me enamoré yo de este lugar”, concluyó, dejando en claro que su vida seguirá ligada al mar y a Península Valdés.