
Por qué los aviones evitan volar sobre la Antártida y otras zonas prohibidas
Actualidad14/08/2025
Sergio Bustos
Sobrevolar la Antártida puede parecer una experiencia única, pero la aviación comercial la evita por razones estrictamente de seguridad.


El continente blanco es un lugar inhóspito, cubierto de hielo y con un clima capaz de desafiar a cualquier tecnología aeronáutica. Las temperaturas pueden caer hasta –70 °C y los vientos alcanzar velocidades extremas, afectando motores, sistemas hidráulicos y hasta la resistencia estructural del avión.
El combustible, a –47 °C, empieza a congelarse, lo que representa un riesgo serio para la operación segura. En estas condiciones, cualquier fallo técnico se agrava y las opciones de aterrizaje son prácticamente inexistentes.
Las reglas ETOPS obligan a que los aviones bimotores estén siempre a menos de 60 minutos de un aeropuerto adecuado. En la Antártida, no existe una red de pistas que cumpla con este requisito, lo que deja a las aeronaves fuera de los márgenes regulatorios.
OTRAS NOTICIAS
La situación se complica por la escasa cobertura de radares y comunicaciones. En caso de emergencia, las posibilidades de contacto y asistencia son mínimas, y un rescate sería logísticamente muy difícil.
Por eso, las aerolíneas optan por rutas más largas pero más seguras, incluso si implica rodear completamente el continente. La prioridad siempre es la seguridad de pasajeros y tripulación.
La Antártida no es el único lugar del planeta con restricciones de sobrevuelo. Sitios como La Meca en Arabia Saudita, el Taj Mahal en India o el Palacio Real en Madrid están protegidos por medidas que buscan preservar su integridad y seguridad.
Las centrales nucleares, bases militares y otras instalaciones estratégicas también figuran en la lista. En estos casos, el objetivo es reducir riesgos y proteger infraestructuras críticas.
OTRAS NOTICIAS
Existen además prohibiciones más curiosas. Desde 2003, Disneyland en California y Walt Disney World en Florida tienen un veto aéreo permanente. Oficialmente es por seguridad, aunque muchos apuntan a un interés comercial: evitar publicidad aérea que arruine la experiencia de los visitantes.
La naturaleza también impone cierres temporales del cielo. La ceniza volcánica, como la del Eyjafjallajökull en Islandia en 2010 o la del Puyehue-Cordón Caulle en Chile en 2011, puede dañar motores y sensores, obligando a desviar o cancelar miles de vuelos.
En todos los casos, la lógica es la misma: evitar cualquier situación que ponga en riesgo la vida humana y la integridad de las aeronaves, aunque eso implique cambiar drásticamente las rutas.








Trelew: elevan a juicio la causa contra una docente de la Escuela 201









