
Vaca Muerta y su tesoro oculto: los líquidos del gas que pueden transformar la economía
Actualidad16/09/2025
Sergio Bustos
Vaca Muerta no solo significa gas y petróleo. Los líquidos del gas natural (NGLs) esconden un potencial millonario que la Argentina aún no aprovecha. Se trata de componentes como etano, propano, butano y gasolina natural que, procesados, podrían convertirse en exportaciones por u$s5.000 millones anuales.


Hoy esos líquidos se mezclan en el gas que llega a hogares e industrias. Esa práctica, que parecía inofensiva, es en realidad un desperdicio de divisas y un freno a la industrialización.
El shale gas de la Cuenca Neuquina es uno de los más ricos del mundo en productos asociados. “Si no sacás el etano, no podés hacer GNL”, advirtió Oscar Sardi, CEO de TGS. Su frase expone el dilema: sin separación previa, los proyectos de Gas Natural Licuado que impulsa el país quedarían en riesgo.
Los planes ya están en marcha. El consorcio Southern Energy busca exportar GNL desde 2027 con el buque Hilli Episeyo. A mayor escala, YPF junto a Shell y Eni preparan el megaproyecto Argentina LNG, que prevé varios buques de licuefacción y el mayor gasoducto del país. Todas estas iniciativas requieren gas seco, libre de líquidos.
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El cuello de botella es técnico y político. A medida que crezca la producción, los gasoductos no podrán transportar volúmenes altos de gas rico sin procesar. Si no se invierte en plantas de fraccionamiento, la expansión de Vaca Muerta quedará limitada.
TGS presentó el plan más concreto: una inversión de u$s2.500 millones para ampliar la planta de Tratayén, construir un poliducto de 573 kilómetros hasta Bahía Blanca y levantar una planta de fraccionamiento y refrigeración. Esta infraestructura permitiría exportar NGLs de alta pureza y asegurar insumos para la industria local.
El mayor tesoro es el etano. Separarlo y procesarlo abre la puerta a producir etileno, la molécula base de la petroquímica. Desde plásticos y fibras hasta resinas y solventes, la cadena productiva que se habilitaría podría expandir el complejo industrial de Bahía Blanca y del sur bonaerense.
Estados Unidos muestra el camino. En una década pasó de quemar el etano como residuo a transformarse en el principal exportador global. Ese giro fortaleció su industria petroquímica y creó un nuevo flujo de divisas.
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En Argentina, el costo de no actuar es alto. Significa perder miles de millones de dólares, comprometer proyectos de GNL, frenar exportaciones de crudo y limitar un salto industrial con capacidad de generar empleo calificado.
La industria calcula que para 2030 la producción de petróleo alcanzará 1,5 millones de barriles diarios, con 40 a 50 millones de metros cúbicos de gas asociado. Si no se separan los líquidos, ese volumen se transformará en un problema más que en una oportunidad.
El debate sobre los NGLs revela un dilema: aprovechar un recurso estratégico o resignar su valor. La decisión de invertir en infraestructura no es optativa, es una urgencia económica.
















