¿LU17 MIENTE O NO INFORMA LO QUE ALGUNOS QUIEREN?

Las paredes de LU17, AM540, nuevamente fueron destino de pintadas anónimas. Es difícil atribuir res...

Actualidad 05 de julio de 2018 Actualidad
Las paredes de LU17, AM540, nuevamente fueron destino de pintadas anónimas. Es difícil atribuir responsabilidades debido a la situación de conflicto general en la provincia. Tal vez ni siquiera sea importante hacerlo.

No obstante, la leyenda "LU17 miente" debería servir como disparador para la reflexión en tiempos en donde las posiciones únicas, replicadas sin pausa y a velocidad en las redes sociales, modifican la profesión periodística. Mentir es no decir la verdad, y la verdad es o no relevante, según el lugar desde donde se mire y quién lo haga.

La realidad aparece a nuestros ojos trastocada según cada punto de vista, influida por las emocionalidades propias de cada ser y por la educación formal, informal o insuficiente de cada uno. Y en un mundo en el que las redes sociales nos aportan credibilidad según la cantidad de “Likes” que tengamos en las redes, ya que toda opinión se expresa en el mundo virtual.

Y muchas veces esas opiniones viralizadas intencionalmente, están poco fundamentadas y carecen de validación a partir de los hechos, pero terminan convirtiéndose en "la verdad".

En tiempos de post verdad, donde no importa el hecho real sino la emocionalidad que despierta un comentario y donde importa que ese comentario sea creíble y no certero, los medios periodísticos tradicionales se han convertido en rechequeadores de la información, buscando no cometer imprudencias.

El periodismo básico y tradicional construye sus noticias a partir de la búsqueda de información, contrastando fuentes y buscando la validación de los hechos o dichos, con el único objetivo de informar con la mayor exactitud posible.

Umberto Eco, el escritor y semiólogo italiano ya fallecido, en declaraciones tomadas por el diario italiano La Stampa en junio de 2015, afirmó que "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas".

Esta opinión, muy exagerada a juicio de este cronista, refleja sin embargo una tendencia cierta a conceder a todo lo publicado por cualquiera en una red social (sea o no el “publicador” versado en la materia), una atención que en otros tiempos merecía sólo aquel que sabía de lo que hablaba.

El advenimiento de las redes sociales multiplicó exponencialmente la emisión de información, muchas veces tomadas como fuentes informativas por el solo hecho de estar en la web.

En una cultura instantánea y rápida, en donde los tiempos de lectura en la red no superan los 20 segundos, lo primero que queda es lo que ven nuestros ojos, sin importar si es cierto.

En tiempos en que la imposición de opiniones se da a partir de las viralizaciones, a partir de las presiones o por la fuerza de acciones violentas, es bueno aclarar el rol y la responsabilidad social de los "medios tradicionales” en democracia.

Estos son responsables, no sólo de transmitir una información, sino de hacerlo “imparcialmente”, que no significa “objetivamente”.

Esa imparcialidad, racionalidad imprescindible en épocas de inestabilidad emocional, es lo que aquellos individuos poco preparados, dominados por un apasionamiento tendencioso, confunden con “mentira”.

Como los niños, se enfurruñan cuando no oyen lo que les gustaría escuchar.

Equipo periodístico de LU17 y LU17.com

 

 

 

 

   

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