

Las redes sociales convirtieron al chocolate de Dubái en símbolo de lujo global. Por fuera, una capa suave de cacao; por dentro, crema de pistacho y fideos Kadaif. Una delicia creada por Sarah Hamouda, directora de Fix Dessert Chocolatier, que se volvió tendencia en tiempo récord.


El dulce cuesta unos siete euros cada 100 gramos. Su éxito disparó el consumo mundial de pistachos, lo que generó un aumento de más del 30% en las importaciones de la Unión Europea durante 2024. El negocio creció, pero también los problemas.
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El cultivo de pistachos exige más de 10.000 litros de agua por kilo producido. En regiones secas, ese riego intensivo amenaza el equilibrio hídrico. “Se tiene una planta adaptada al clima, pero se la riega igual para mantener los rendimientos”, advirtió Stig Tanzmann, asesor agrícola de Brot für die Welt.
En España, la superficie dedicada al pistacho se multiplicó por cinco desde 2017. Algunos agricultores reemplazaron olivos por pistachos, atraídos por sus precios. Sin embargo, el cambio climático complica su floración: sin inviernos fríos, no hay frutos.

La quinoa, otro símbolo del consumo consciente, también muestra su cara amarga. Desde que fue proclamada “superalimento” por la FAO, su demanda internacional disparó los precios en Perú y Bolivia. Paradójicamente, las familias que la cultivan casi no pueden comprarla.
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El auge también afectó los ecosistemas. “En zonas semidesérticas del altiplano boliviano el suelo se degradó y los pastizales desaparecieron”, explicó Marcus Wolter, experto en agricultura de Misereor. Con menos suelo fértil, volver a criar llamas es casi imposible.
Organizaciones como Fairtrade recomiendan diversificar los cultivos y evitar depender de una sola materia prima. “Hay que producir también para los mercados locales”, señaló Claudia Brück, directora de Fairtrade Alemania.
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Esa mirada también alcanza a los influencers y marcas que imponen modas. “Quien impulsa una tendencia debería pensarla de principio a fin, no solo en vender”, reclamó Tanzmann.
El consumo rápido deja huellas profundas. Detrás de cada dulce o superalimento hay una historia de tierra, agua y trabajo que vale la pena mirar antes del próximo posteo viral.
Fuente: DW


















