

El plan de Donald Trump de comprar carne argentina prendió la mecha de una polémica política dentro de Estados Unidos. El presidente aseguró que podría importar “parte” de los suministros para frenar la suba de precios al consumidor, pero la propuesta generó un rechazo inmediato entre agricultores y legisladores republicanos.
“Los agricultores no comprenden los beneficios que les hemos dado”, afirmó Trump mientras les pedía bajar los precios. Muchos consideran inadmisible exigirlo cuando enfrentan pérdidas en sus explotaciones. La tensión creció cuando la Casa Blanca confirmó que cuadruplicará la cuota de importación de carne argentina, elevándola a 80.000 toneladas métricas con arancel reducido.
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El riesgo va más allá de la política interna: la carne etiquetada como argentina podría no provenir del país sudamericano. La Asociación de Ganaderos de Estados Unidos (USCA) alertó que Argentina está importando carne brasileña para su propio consumo y que la reexportación podría disfrazar su origen real.

“La carne importada puede recibir etiqueta nacional tras cortarla o reempaquetarla en EE. UU.”, explicó la USCA. Esta práctica permite a grandes multinacionales vender producto más barato y presentar injustamente la carne estadounidense como demasiado cara.
Brasil podría aprovechar la maniobra y enviar más carne de baja calidad a través de Argentina. Históricamente proveedor clave de EE. UU., las exportaciones brasileñas ya enfrentan aranceles elevados y se espera que caigan, pero la reexportación vía Argentina podría sortear esos límites, según expertos.
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Justin Tupper, presidente de USCA, calificó a la industria cárnica brasileña de “notoriamente malos actores”, recordando escándalos de sobornos, deforestación y trabajo infantil, como la operación “Carne Débil” de 2017 que permitió que carne contaminada llegara a mercados internacionales.
Incluso si la carne es realmente argentina, los ganaderos estadounidenses temen un efecto limitado en los precios. Sid Miller, comisionado agrícola de Texas, destacó que solo se abaratarían cortes para hamburguesas y no los de alta calidad, mientras que la industria local seguiría vulnerable a la competencia externa.
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Otro foco de preocupación es la fiebre aftosa. Aunque Argentina goza de estatus libre de la enfermedad, especialistas advierten que un aumento significativo de importaciones exige vigilancia estricta para evitar riesgos sanitarios en Estados Unidos.
El USDA intentó calmar las aguas presentando un plan de tres pasos con apoyo financiero y regulatorio para la industria local. Sin embargo, tras años de crisis y una nueva afluencia de carne extranjera, muchos ganaderos dudan de que estas medidas sean suficientes para proteger sus ingresos y mantener su lealtad.
Fuente: Newsweek


















