

Un equipo del CONICET descubrió un linaje genético que nació en el corazón de Argentina hace más de 8.500 años y aún persiste en la población actual. El hallazgo, liderado por el investigador Rodrigo Nores, combina ADN antiguo con tecnología moderna de secuenciación para reconstruir una parte desconocida de la historia genética sudamericana.


Según el estudio, esa línea genética nunca fue reemplazada, sino que se mantuvo y se transformó con el paso del tiempo. Los resultados muestran diferencias entre las poblaciones del Cono Sur y otras regiones de Sudamérica desde hace unos 10 milenios, y trazan tres movimientos migratorios que conectaron ese linaje con el Noroeste, la Pampa y el Gran Chaco.
Para los científicos, la estabilidad poblacional del sur del continente contrasta con la de otras regiones del mundo, donde los reemplazos fueron frecuentes. En Argentina, en cambio, las poblaciones evolucionaron de manera continua, incorporando mutaciones y adaptaciones locales.
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El trabajo fue realizado por investigadores del CONICET y la Universidad Nacional de Córdoba, junto con especialistas de la Universidad de Harvard y del Laboratorio de Ecología Evolutiva Humana de la UNCPBA. Analizaron cientos de miles de marcadores genómicos por muestra mediante métodos estadísticos avanzados.
“Procesamos un gran caudal de datos genéticos y los leemos en clave bioantropológica y arqueológica”, explicó Nores. “Si dos grupos comparten más variantes genéticas de lo esperado por azar, probablemente tuvieron los mismos ancestros en algún momento del pasado”.

El análisis reveló una diferenciación genética entre las poblaciones del Cono Sur y otras zonas sudamericanas, iniciada hace al menos 10.000 años. Un individuo hallado en Córdoba, con 8.500 años de antigüedad, mostró un linaje sudamericano hasta ahora desconocido, del cual descienden individuos posteriores de entre 4.600 y 150 años atrás.
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Ese linaje participó en tres grandes migraciones: una hacia el Noroeste, donde se mezcló con el componente andino; otra hacia la Pampa, donde se convirtió en la ascendencia principal hace unos 800 años; y una tercera al Gran Chaco, donde se integró con la ascendencia amazónica.
Hoy, esa huella genética convive con las ascendencias europea y africana que llegaron tras la conquista. “Aún hay mucho por descubrir sobre los orígenes de nuestra diversidad genética”, señaló Nores, al destacar que el centro de Argentina estaba subrepresentado en los estudios paleogenómicos.
El hallazgo extiende la historia genética de la región a horizontes antes impensados y confirma la profundidad del arraigo de los pueblos originarios. También refuerza el papel de la ciencia argentina en la investigación paleogenómica internacional.

















