Cada vez más jubilados siguen trabajando: qué cambia con los aportes, la antigüedad y los derechos laborales

Actualidad11/11/2025Sergio BustosSergio Bustos
Jubilados
Jubilados deben trabajar.

El trabajo después de la jubilación ya no es una excepción: se volvió tendencia. Según los registros oficiales de la Seguridad Social, a junio de 2025 hay 433.525 jubilados que siguen aportando, un número que se duplicó en la última década. De ellos, 89.531 trabajan en relación de dependencia, 33.596 en el servicio doméstico, 87.533 como autónomos y 212.865 como monotributistas.

El dato muestra un cambio profundo: cada vez más personas eligen o necesitan continuar trabajando tras jubilarse. En 2010 eran 176.153 los jubilados activos; en 2023, ya 368.458. La tendencia se acentuó especialmente entre los monotributistas, que crecieron un 74% en diez años, reflejando la expansión de modalidades laborales más flexibles o la continuidad de profesionales independientes.

Sin embargo, detrás del número hay realidades distintas: muchos buscan mantener un ingreso complementario, otros no alcanzan a cubrir sus gastos con la jubilación mínima. Según el INDEC, la tasa de empleo entre mayores de 60 años alcanzó el 17,1% en 2024, equivalente a más de un millón de personas. Y aunque las jubilaciones siguen siendo la principal fuente de ingreso, los varones duplican a las mujeres en participación laboral.

¿Qué ocurre cuando un jubilado sigue trabajando? La legislación permite continuar en la misma empresa, pero bajo un nuevo vínculo laboral. La antigüedad previa no se conserva y el trabajador inicia una nueva relación desde cero. Si luego el empleador decide finalizar el contrato, la indemnización se calcula desde la fecha de la nueva contratación.


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La cobertura médica también cambia: el jubilado pasa a estar cubierto por PAMI o la obra social del sector, liberando al empleador de esa obligación, aunque puede ofrecer planes de salud adicionales si lo desea.

En cuanto a los aportes, los jubilados en relación de dependencia deben realizar un descuento del 11% al Fondo Nacional de Empleo. Este aporte es obligatorio, pero no incrementa el haber jubilatorio. El trabajador cobra su jubilación y su salario al mismo tiempo, pero el aporte extra no modifica sus ingresos previsionales.

Existen, sin embargo, casos en los que no se permite volver a trabajar. Los jubilados por invalidez, los beneficiarios de regímenes especiales y quienes reciben subsidios complementarios no pueden reincorporarse en relación de dependencia, ya que podrían perder su beneficio. En esos casos, solo se admite la actividad autónoma bajo condiciones específicas.

La edad también marca límites. Las mujeres pueden jubilarse a los 60 años y los hombres a los 65, pero a partir de los 70 el empleador puede intimar al trabajador a iniciar su jubilación. Aun así, la empresa debe mantener el vínculo laboral hasta que el trámite se concrete, con un máximo de un año desde la intimación.


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Para formalizar la continuidad laboral tras jubilarse, el interesado debe realizar un trámite en ANSES, que incluye la presentación del Formulario de Reingreso a la Actividad Laboral, el DNI y el último recibo de sueldo. Además, se requiere solicitar turno presencial y declarar oficialmente la continuidad de la actividad.

La conveniencia de seguir trabajando depende de cada caso. Para el jubilado, implica ingresos adicionales y una rutina activa. Para el empleador, supone costos más bajos, ya que la antigüedad se reinicia y la cobertura médica deja de ser su responsabilidad.

El fenómeno también refleja un cambio cultural. Según el estudio “Enamorados del trabajo” de Bumeran, siete de cada diez argentinos seguirían trabajando aun si no lo necesitaran económicamente. Además, el 58% tiene una valoración positiva de su empleo y el 61% de los mayores de 50 años volvería a elegir la misma ocupación si pudiera empezar de nuevo.

En tiempos donde la jubilación ya no marca el final de la vida laboral, cada vez más argentinos eligen seguir produciendo, aportando y sintiéndose parte del mundo del trabajo. Lo hacen por necesidad o por vocación, pero también por una convicción que crece: jubilarse no significa detenerse.

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