Del misterio en Barracas al fuego en Ezeiza: cuando los incendios dejan más preguntas que respuestas

Actualidad16/11/2025Sergio BustosSergio Bustos
iron mountain
Nuevamente Iron Mountain se quema.

El incendio de Iron Mountain, ocurrido el 5 de febrero de 2014 en Barracas, sigue siendo uno de los episodios más oscuros y controvertidos de la última década en Argentina. Diez personas —bomberos y rescatistas— murieron cuando una pared del depósito colapsó en medio del combate contra un fuego que avanzó con una velocidad inusual. En aquel momento, la empresa albergaba documentación sensible de bancos, aseguradoras, organismos estatales y grandes compañías, y lo que se perdió en esas llamas todavía alimenta sospechas.

Las pericias oficiales determinaron que el incendio fue intencional. No hubo fallas eléctricas ni químicas que explicaran la ferocidad del fuego ni el modo en que cedieron las estructuras. El depósito, además, tenía denuncias previas por irregularidades en sus condiciones de seguridad y por inspecciones incompletas. La muerte de los diez trabajadores expuso no solo fallas operativas, sino un sistema de controles que nunca logró dar una explicación contundente.

La polémica creció porque en el lugar se guardaban archivos clave: documentación histórica del HSBC vinculada a causas por lavado de dinero, papeles contables de aseguradoras, legajos de empresas con investigaciones abiertas e incluso expedientes pertenecientes a organismos estatales. Muchos de esos documentos desaparecieron para siempre. Esa coincidencia entre archivos sensibles destruidos y un incendio intencional alimentó durante años el debate sobre si se trató de un hecho aislado o de un operativo de encubrimiento.


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La falta de avances judiciales reforzó la desconfianza. El caso tuvo imputados, pero nunca un cierre firme ni responsables condenados. A once años, los familiares de las víctimas aún reclaman justicia, y el nombre de Iron Mountain sigue asociado a un incendio que dejó más sombras que certezas.

En paralelo, el reciente siniestro registrado en los pastizales cercanos al aeropuerto internacional de Ezeiza volvió a poner al país en estado de alerta. Aunque se trató de un incendio de vegetación y no de un depósito con documentos, la situación obligó a activar protocolos de emergencia, evaluar el cierre de operaciones aéreas y desplegar dotaciones en un área considerada estratégica. Las imágenes del humo avanzando hacia el predio aeroportuario despertaron preocupación y preguntas sobre el origen del fuego.

Los investigadores no descartan la posibilidad de intencionalidad o negligencia grave, en un contexto de temperaturas extremas, sequías y falta de mantenimiento en zonas críticas. Aunque el siniestro no dejó víctimas ni daños estructurales importantes, sí dejó en evidencia lo vulnerable que puede ser una infraestructura esencial como un aeropuerto internacional. En un país que ya conoce lo que implica un incendio fuera de control, el paralelismo con Iron Mountain surgió de inmediato.


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Ambos episodios tienen puntos de contacto inquietantes: la falta de prevención adecuada, la insuficiencia de controles previos, la posibilidad de causas deliberadas y el impacto potencial sobre áreas cuyo funcionamiento es vital. En Barracas, el fuego arrasó con documentos que eran evidencia de investigaciones de alto perfil. En Ezeiza, el riesgo apuntó a la logística aérea, a la seguridad y al funcionamiento de una terminal clave del país.

La tragedia de 2014 dejó diez víctimas y miles de preguntas sin respuesta. El incendio de Ezeiza no produjo daños irreparables, pero actuó como un recordatorio de que la prevención sigue siendo débil y que los sistemas de control actúan más tarde de lo necesario. En ambos casos, el fuego reveló fallas estructurales: depósitos sin auditorías adecuadas, zonas críticas sin limpieza, mecanismos de seguridad que dependen más de la suerte que de la planificación.

A once años del incendio de Iron Mountain, el país vuelve a enfrentarse a una pregunta incómoda: ¿cuántos incendios más deben ocurrir para que las alertas se transformen en políticas de prevención eficaces? El fuego de Barracas dejó claro que no se puede improvisar en materia de seguridad. El de Ezeiza lo reafirmó: las consecuencias pueden ser enormes aunque las llamas no lleguen a las estructuras principales.

El recuerdo de los bomberos y rescatistas muertos exige que el Estado y las empresas privadas tomen medidas reales. No se trata de dos siniestros aislados, sino de señales repetidas en un país acostumbrado a reaccionar cuando ya es tarde. Porque en Argentina, cuando la llama avanza, suele arrastrar mucho más que pastizales o depósitos: arrastra respuestas pendientes, responsabilidades diluidas y lecciones que, una y otra vez, parecen no aprenderse.

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