Nanopapel bacteriano argentino rescata tesoros impresos y manuscritos que parecían perdidos

Otros Temas27/11/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Nanopapel
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El laboratorio porteño donde nació el nanopapel bacteriano empezó a cambiar la forma en que se recuperan documentos que parecían condenados al olvido. La escena combina químicos, restauradores y pilas de papeles quebradizos que todavía guardan historias coloniales intactas. María Laura Foresti y Cristian López Rey, del CONICET, contaron cómo este material argentino ya se volvió una herramienta central para salvar piezas únicas.

Los investigadores remarcaron que el nanopapel surgió del trabajo sobre nanocelulosa obtenida de bacterias no patógenas, un proceso que llevó años de ensayo y error. Foresti explicó que estas fibras ultrafinas ofrecen transparencia, resistencia y una barrera natural contra gases, tres virtudes que permiten intervenir papeles corroídos sin alterar tintas, colores ni texturas. Su frase quedó resonando: “Hablamos de materiales cien mil veces más finos que un cabello humano”.

El equipo ya aplicó el material en la restauración de libros del siglo XVIII y XIX pertenecientes al Museo Histórico Nacional, piezas que no podían manipularse por su fragilidad extrema. López Rey destacó que la transparencia del nanopapel permite leer ambos lados de cada hoja y conservar filigranas o marcas de agua que son parte de la identidad del documento. “Funciona como un parche que fortalece sin tapar nada”, resumió.

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La técnica de aplicación se basa en métodos tradicionales de conservación y utiliza pastas de almidón o éteres de celulosa para adherir el nanopapel a las zonas dañadas. Esa mezcla de procedimiento clásico y tecnología moderna generó resultados que sorprendieron incluso a los restauradores más experimentados. Los libros intervenidos pueden consultarse de nuevo y, sobre todo, digitalizarse para que sus contenidos queden disponibles para investigadores.


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Uno de los puntos que entusiasma al equipo es la validación internacional del material. López Rey recordó la experiencia en el Archivo Municipal de Barcelona, donde restauradores europeos aplicaron el nanopapel enviado desde Buenos Aires y lograron recuperar planos antiguos. “Los resultados fueron muy buenos y eso confirma que estamos ante un material competitivo a nivel global”, dijo.

Foresti señaló que el proyecto apuesta por la producción nacional para mantener costos bajos y evitar la dependencia de insumos importados. El mercado suele recurrir a papeles japoneses que, además de más caros, presentan un nivel de opacidad que dificulta la lectura de documentos muy deteriorados. El nanopapel argentino, en cambio, se adapta mejor a piezas frágiles afectadas por tintas corrosivas o humedad prolongada.

Los investigadores también subrayaron el valor histórico de los documentos restaurados: cartas copiadoras de comerciantes del Río de la Plata, registros de transacciones, invitaciones y anotaciones sobre la vida cotidiana.López Rey explicó que muchos de esos textos revelan prácticas económicas coloniales poco estudiadas. “Hay información que nunca se revisó porque los papeles no podían abrirse sin romperse”, contó.


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El proyecto avanzó pese a un panorama de financiamiento limitado y a la necesidad de escalar la producción. El equipo recibe apoyo del CONICET y la UBA, aunque planea solicitar subsidios mayores para ampliar el acceso a museos y archivos del interior. Foresti señaló que también trabajan en alianzas estratégicas con instituciones públicas y privadas, lo que podría derivar en patentes o startups nacionales.

Las aplicaciones exceden la restauración histórica: el nanopapel ya se investiga en biomedicina, packaging biodegradable y refuerzo de materiales compuestos. Sin embargo, la conservación del patrimonio ocupa hoy el centro del proyecto. “La posibilidad de devolverle al país documentos irremplazables es una satisfacción enorme”, aseguró López Rey, mientras las hojas restauradas recuperan voz después de siglos de silencio.

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