
El día en que Internet nació por error: el fallido “LO” que cambió la historia para siempre
Actualidad01/12/2025
Sergio Bustos
El primer mensaje entre computadoras no fue “LOGIN”, sino un fallido “LO” enviado entre UCLA y Stanford. Ese tropiezo técnico abrió la puerta a una revolución global, desde ARPANET hasta la red que conecta a miles de millones.


Internet no nació con fuegos artificiales ni titulares rimbombantes. Su origen está en un error, en un mensaje incompleto que atravesó la costa oeste de Estados Unidos sin que nadie imaginara su impacto. La historia comenzó en un pequeño laboratorio de UCLA, donde un estudiante tecleó “LOGIN” para probar una red experimental. Solo llegaron dos letras: “LO”. El sistema colapsó y, sin saberlo, el mundo acababa de dar un giro definitivo.
Aquella prueba formaba parte de ARPANET, un proyecto impulsado por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Pentágono. En plena Guerra Fría, el objetivo era lograr una red robusta, capaz de sobrevivir a un ataque sobre las comunicaciones tradicionales. La idea de una red descentralizada rompía con décadas de infraestructura dependiente de un único punto de falla.
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La solución fue la conmutación por paquetes, un sistema que fragmenta la información en pequeños bloques capaces de viajar por rutas distintas para recomponerse al llegar. Era una tecnología tan novedosa que las máquinas no podían procesarla sin colapsar. Acostumbradas a velocidades mínimas, recibían datos miles de veces más rápido.
Pero aquel experimento era mucho más que un ensayo militar. Por primera vez dos máquinas separadas geográficamente lograban “hablarse”, un gesto elemental que sembró la base de una red que, en sus inicios, apenas unió cuatro universidades: UCLA, Stanford, UC Santa Barbara y Utah. Nadie lo sabía, pero la semilla de la interconexión global ya estaba plantada.
Con el tiempo, los investigadores comenzaron a ver posibilidades que iban más allá de la ingeniería. En los años 70 surgieron las primeras intuiciones sobre compras desde casa, comunicación remota y uso cotidiano de redes informáticas. Eran ideas casi fantásticas, pero nacían del impacto inmediato de ese sistema primitivo.
El salto decisivo llegó en los 80, cuando ARPANET adoptó los protocolos TCP/IP, el idioma común que permitió unir redes distintas bajo una misma arquitectura. Así nació Internet tal como la conocemos: un espacio abierto, escalable y universal. De cuatro nodos pasó a conectar a miles de millones de personas en todo el planeta.
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Los cambios fueron profundos. La red transformó el trabajo, la educación, las relaciones personales y la economía. Lo que empezó como un proyecto académico se convirtió en la infraestructura que sostiene buena parte de la vida moderna. Desde el correo electrónico hasta los navegadores web, cada innovación empujó los límites un poco más.
Sin embargo, no todo fue luz. Con el tiempo, los propios pioneros expresaron preocupación: la red colaborativa que soñaron terminó dominada por grandes corporaciones, atravesada por desinformación y vigilancia masiva. El internet que prometía inteligencia colectiva reveló también su costado oscuro.
Aún así, nada opaca el valor histórico de aquel momento fundacional. El primer “LO” enviado entre dos computadoras marcó el inicio de una revolución comparable a la imprenta o la electricidad. En una sala sin glamour, con máquinas del tamaño de un refrigerador, el mundo comenzó a cambiar sin estridencias ni testigos multitudinarios.
Aquella noche silenciosa dio vida a una idea imparable: conectar personas, ideas y culturas a través de una red descentralizada y abierta. Internet nació así, de un error mínimo, y terminó convirtiéndose en el sistema nervioso de la humanidad contemporánea.
















