
El testamento inesperado de Leo Dan desató una disputa familiar por una herencia sorprendente
Actualidad01/12/2025
Sergio Bustos
El cantante dejó un patrimonio de 35 mil millones de pesos con un reparto que nadie imaginaba. El 51% quedó en manos de su asistente personal y el resto se distribuyó entre archivos, propiedades y un misterioso fondo digital que ya generó un conflicto interno.


La muerte de Leo Dan sacudió al país, pero lo que vino después generó un asombro aún mayor. Durante días, los medios aseguraron que la familia recibiría todo su legado creativo. Sin embargo, el testamento del cantante escondía un giro inesperado, revelado en una oficina de Buenos Aires ante los propios herederos.
El notario Juan Carlos Fernández lo resumió con una frase que recorrió todas las redacciones: «En 30 años de práctica, nunca había visto algo así». Cuando terminó de leer el cuarto punto, la sala quedó en silencio. Después alguien murmuró lo que todos pensaban: «¿Perdón, qué?»
OTRAS NOTICIAS
Las certezas previas se derrumbaron en un instante. Leo Dan siempre decía que dejaría todo “a la familia”. El truco estaba en definir quién integraba esa familia.
El mayor impacto llegó al conocerse que el 51% de la herencia quedó en manos de Martín Gómez, su asistente personal. Un hombre sin exposición pública, que manejaba la agenda del artista desde un modesto departamento de Palermo y evitaba cámaras como si fueran una trampa.
Una fuente cercana explicó lo que nadie sabía: «Leo Dan cambió el testamento el año pasado. Dijo: ‘Le enseñé todo. Él entiende mi trabajo como nadie más. Y ya’». Gómez no hizo declaraciones y apareció solo en el funeral del cantante.
A partir de ese dato, surgió la pregunta inevitable: ¿qué quedó para los herederos familiares?
OTRAS NOTICIAS
La familia recibió bienes de enorme valor cultural y afectivo. No todo se traduce en dinero inmediato, pero sí en memoria. Entre los ítems figuran:
1. La mediateca personal y archivo de grabaciones.
Incluye actuaciones inéditas, partituras con anotaciones propias, copias de trabajo y ensayos donde se lo escucha analizar arreglos, corregir letras o improvisar.
2. El legado creativo y los derechos de autor.
Además de sus obras más conocidas, el archivo conserva cuadernos de letras nunca publicadas, cintas de estudio y material escrito para proyectos que quedaron en pausa.
3. Propiedades dispersas por el país.
Casas en Buenos Aires, un terreno en Mendoza, otra propiedad en Patagonia y una residencia en Mar del Plata con vista al mar, donde el cantante pasaba largas temporadas en sus últimos años.
Hasta ese punto, el testamento sorprendía, pero mantenía cierta lógica. El desconcierto llegó al leer el cuarto y último punto.
Leo Dan dejó a sus herederos acceso igualitario a una cuenta digital que acumulaba 2 mil millones de pesos, producto de un hobby que muy pocos conocían: su interés reciente por sistemas automatizados de inversión.
En sus últimos dos años, dedicaba parte de sus mañanas a seguir cómo funcionaba un algoritmo que operaba en mercados globales. «Lo veía como un experimento», contó Martín. «Decía que era como ver una idea nacer y crecer sola».
El problema no es la suma, sino la condición: los movimientos de fondos requieren unanimidad entre los herederos. Sin acuerdo, el dinero seguirá dentro del sistema.
Un abogado que sigue el caso lo describió con una frase tajante: «Es al mismo tiempo brillante y cruel».
El hijo mayor quiere continuar el experimento que comenzó su padre. La hija menor exige retirar todo de inmediato. Los abogados prefieren no hablar.
Más allá del número y del reparto, la historia transmite algo más profundo. Leo Dan no solo dejó derechos, propiedades y documentos históricos. Dejó un mensaje.
«Mi padre decía que yo tomaba el dinero demasiado a la ligera», confesó su hijo mayor. «Tal vez quiso mostrarnos que la riqueza no es solo algo que se recibe, sino algo que se construye».
Mientras la familia debate su futuro, la cuenta digital sigue generando movimientos automáticos. Al cierre de esta nota, creció otros 245 millones de pesos.
Quizá esa sea la última enseñanza del cantante: un legado vivo, inquieto, en permanente cambio. Igual que su música.
















