
Los adornos que no pueden faltar en el árbol de Navidad: símbolos de deseos de amor, prosperidad y bienestar
Actualidad08/12/2025
REDACCIÓN
La decoración del árbol de Navidad reúne prácticas que se transmiten entre generaciones y que mezclan costumbres religiosas, creencias populares y elementos estéticos que cambian según cada familia. En la Argentina, la tradición indica que el armado se realiza el 8 de diciembre, fecha que marca el inicio de un período en el que objetos cotidianos y adornos específicos vuelven a ocupar un lugar central en los hogares. La elección de cada pieza no solo responde a una cuestión visual, sino que guarda un conjunto de significados surgidos del paso del tiempo y de la influencia de múltiples culturas.


Uno de los elementos más mencionados en ese repertorio es la barrita de canela con cinta roja, asociada a deseos de amor y prosperidad. Este adorno suele colocarse junto con el muérdago, un símbolo extendido en varias tradiciones que representa unión, felicidad y purificación del hogar. Ambas piezas forman parte de un grupo de objetos cuya presencia en el árbol busca reforzar expectativas positivas para el año que comienza, más allá del sentido decorativo.
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Las esferas navideñas, protagonistas habituales de cada armado, conservan un origen vinculado a antiguas prácticas europeas, cuando se colgaban manzanas en árboles sagrados para pedir por fertilidad y abundancia. En su adaptación actual, los colores se asocian a alegría, esperanza y prosperidad, lo que explica su presencia estable en diferentes estilos de decoración. La combinación entre tradición religiosa y costumbres paganas continúa definiendo el uso de estos adornos en la actualidad.
El árbol también incorpora campanas y piñas, dos piezas que mantienen un significado particular dentro del conjunto. Las campanas están asociadas a mensajes de alegría vinculados a la llegada de la Navidad, mientras que las piñas representan esperanza e inmortalidad. En muchos hogares se pintan con destellos plateados o dorados y se integran tanto al árbol como a las coronas que se colocan en puertas y ventanas, lo que amplía su uso más allá del armado principal.
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Las luces navideñas, ya sean blancas o de colores, se consideran un elemento infaltable y aparecen en casi todas las decoraciones. Su simbolismo remite al relato cristiano del nacimiento de Jesús bajo la luz de una vela, lo que dio origen a una tradición que evolucionó hacia las guirnaldas luminosas actuales. La intensidad y el movimiento de las luces se convirtieron en una característica común de las celebraciones urbanas, donde el brillo de los árboles atrae la atención en vidrieras y espacios públicos.
Varios adornos adicionales sostienen un significado que se replica en distintas culturas y que vuelve cada año al centro de la decoración. La estrella o cometa, colocada en la punta del árbol, representa la Estrella de Belén que guió a los Reyes Magos. Las siete campanitas simbolizan deseos de alegría, mientras que la bolsita de arroz se asocia al trabajo y a la abundancia. Estos elementos funcionan como talismanes en rituales que buscan reforzar intenciones para el año próximo.
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Algunas tradiciones incorporan piezas menos habituales pero cargadas de sentido, como el ajo macho, considerado un protector del hogar frente a enfermedades y malas influencias. La llave, otro objeto frecuente, simboliza la apertura de nuevos caminos personales o laborales. El pez, con fuerte raíz bíblica, representa fertilidad, sustento y prosperidad. Estos elementos suelen mezclarse con adornos clásicos, lo que refleja una combinación entre costumbres religiosas y creencias populares.
El armado del árbol también incluye prácticas personales, como colgar un papelito con intenciones o deseos para el año siguiente. Este gesto sintetiza expectativas individuales y funciona como recordatorio de metas que cada persona busca mantener presentes durante las fiestas. Para algunas familias, este ritual se renueva año tras año y se retira recién cuando termina la temporada navideña.
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En el caso de quienes desean reforzar símbolos de unión y estabilidad afectiva, la tradición incorpora dos anillos unidos, interpretados como un deseo de amor duradero en relaciones familiares o románticas. A esto se suman las siete monedas de chocolate, asociadas a la prosperidad económica y consumidas después de la cena de Nochebuena como parte del ritual. Los angelitos, uno por cada integrante de la familia, se cuelgan como representación de protección y bienestar para el año entrante.
Las decoraciones navideñas, lejos de ser objetos decorativos aislados, condensan creencias, expectativas y gestos que se repiten cada diciembre en los hogares del país. La variedad de adornos y la permanencia de sus significados muestran cómo las tradiciones se adaptan a nuevas sensibilidades sin perder su carga simbólica. Así, el árbol continúa siendo un espacio donde conviven rituales antiguos y decisiones contemporáneas, en un período marcado por reuniones familiares y celebraciones comunitarias.
Fuente: NA.





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