
ARN de 39.000 años en un mamut: la ciencia abre otra puerta a la Edad de Hielo
Actualidad17/12/2025
Sergio Bustos
Durante años, la paleogenética se apoyó en el ADN para asomarse a especies extintas. El problema siempre fue el mismo: el ADN dice quién era un animal, pero no alcanza para entender qué pasaba adentro de sus células en vida.


Ahora, un grupo internacional dio un paso inesperado: recuperó ARN “funcionalmente interpretable” en restos de mamuts lanudos preservados en el permafrost del noreste de Siberia. La novedad rompe un límite que parecía fijo, porque el ARN suele degradarse rápido después de la muerte.
Los investigadores trabajaron con tejidos congelados de diez ejemplares. Buscaban una señal mínima, un rastro. Encontraron algo más: fragmentos reconocibles, con patrones que no se comportan como contaminación moderna ni como ruido aleatorio.
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El caso que se llevó todas las miradas fue el de “Yuka”. Su músculo esquelético, congelado desde hace unos 39.000 años, conservó suficiente material para armar un perfil de expresión génica propio del tejido muscular.
Ahí aparece la diferencia de fondo entre ADN y ARN. El ARN muestra qué genes “estaban encendidos” y qué procesos celulares se activaban, una foto dinámica que el ADN por sí solo no entrega.
Con ese material, el equipo detectó funciones asociadas a contracción muscular, metabolismo y estructura interna del músculo. También encontró microARN, moléculas pequeñas que regulan la actividad de los genes, y señales de procesamiento del propio ARN, como si algunas estructuras celulares hubieran dado protección extra antes del congelamiento.
El permafrost resultó determinante. El frío extremo frenó la degradación y dejó un escenario raro, casi de laboratorio natural. Para evitar errores, los científicos aplicaron controles estrictos para separar ARN antiguo real de contaminaciones actuales.
El análisis también corrigió una lectura previa sobre “Yuka”. Aunque había sido descrito como hembra por rasgos externos, el material genético recuperado indicó que era macho, un dato que vuelve a mostrar cuánto puede cambiar una historia cuando la evidencia viene de adentro.
El hallazgo abre una línea nueva: no solo estudiar cómo eran estos animales, sino cómo funcionaban. Si el ARN puede sobrevivir así, la pregunta ya no es si se puede, sino hasta dónde llega esta ventana.

















