África se parte en dos y, con el tiempo, puede nacer un nuevo océano

Actualidad24/12/2025Sergio BustosSergio Bustos
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Hay grietas cada vez más profundas.

En el norte de Etiopía, el suelo se separa entre 2,5 y 5 centímetros por año. En el día a día ese corrimiento pasa desapercibido, pero a escala geológica acumula una distancia enorme. Esa suma lenta explica por qué una parte de África ya transita un proceso de fractura continental.

La escena se asocia a la región de Afar, donde una fractura empieza hace cerca de 30 millones de años. Con el paso del tiempo, esa ruptura se integra a un sistema mayor que hoy se conoce como Gran Valle del Rift. Se trata de una extensa cicatriz en la corteza que recorre el este africano y conecta áreas continentales con sectores que ya se relacionan con el fondo oceánico.

Desde la tectónica, África no funciona como un bloque único. Los geólogos describen dos grandes subplacas: la nubia, hacia el oeste, y la somalí, hacia el este. Ambas se mueven en direcciones opuestas por fuerzas internas de la Tierra y generan un estiramiento gradual de la corteza.

Ese estiramiento no depende de decisiones humanas ni de intervenciones externas. En profundidad, parte de la roca mantiene un comportamiento semifundido, lo que facilita deformaciones que después se expresan en superficie. Por eso, los especialistas plantean que no existe una tecnología capaz de detener un proceso que responde a la dinámica del planeta.


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La fractura principal se extiende hacia el sur y puede abarcar, con el tiempo, regiones del este y del sur africano. Las estimaciones sitúan el sistema de rupturas por encima de los 5.000 kilómetros antes de una separación definitiva entre los bloques. El número no marca una fecha cercana: describe una tendencia sostenida a lo largo de millones de años.

Aunque la mayor parte del cambio ocurre de manera gradual, el Rift también deja episodios bruscos que permiten verlo “en vivo”. En 2005, una fisura de alrededor de 60 kilómetros se abrió en el oeste de Etiopía y el terreno se desplazó hasta dos metros en pocos minutos. Ese evento condensa en minutos un movimiento que, muchas veces, aparece como milímetros por año.

En Kenia y en otras zonas del Rift oriental también se registran rupturas que dejan marcas visibles en rutas, campos y áreas habitadas. Esos episodios no implican que el continente se parta de un día para otro. Sí confirman que el sistema permanece activo, con tensiones que se liberan de forma irregular.

Los estudios describen a esta parte de África como una región tectónicamente dinámica. La división no se explica por un único sacudón, sino por la suma de millones de desplazamientos pequeños y persistentes. Por eso, la pregunta no pasa por si ocurre la separación, sino por la escala temporal que requiere.


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En un horizonte de decenas de millones de años, el escenario más citado incluye la formación de un nuevo océano. El agua ingresaría desde el norte, en la zona de Etiopía y Afar, donde la corteza ya aparece más adelgazada. Con el tiempo, el lecho marino ocuparía el espacio que deja la separación y terminaría por redibujar la geografía de la región.

Los investigadores también sostienen que el proceso se mueve más rápido en el norte que en el sur, por lo que los primeros rasgos oceánicos se concentrarían allí. Aun así, el resultado final pertenece a una escala que excede cualquier referencia histórica humana. El mapa cambia, pero lo hace en tiempos largos, con una continuidad silenciosa que solo la geología registra con precisión.

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