Tatuajes bajo la lupa: estudios recientes advierten riesgos para la salud

Actualidad26/12/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
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Los tatuajes dejaron de ser un gesto marginal y hoy forman parte de la identidad de millones de personas. En ciudades grandes y chicas, la tinta atraviesa edades, géneros y clases sociales, lo que empujó a la ciencia a mirar con más detalle qué ocurre en el cuerpo una vez que la aguja atraviesa la piel.

Las investigaciones más recientes coinciden en un punto inquietante: la tinta no queda donde se la coloca. Distintos estudios publicados en revistas científicas internacionales muestran que los pigmentos pueden desplazarse desde la dermis hacia otras zonas del organismo.

Ese recorrido se produce a través del sistema linfático, una red central para las defensas del cuerpo. Tras el tatuaje, las partículas de tinta ingresan en los vasos linfáticos y terminan alojadas en los ganglios, que funcionan como filtros biológicos.

Los análisis en tejidos humanos confirmaron lo que antes se había visto en animales. Los ganglios linfáticos presentan acumulaciones visibles de pigmentos incluso años después del tatuaje, lo que demuestra que el organismo no logra eliminarlos por completo.


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Esta presencia prolongada activa respuestas inmunitarias constantes. Los macrófagos, células encargadas de “limpiar” residuos, capturan la tinta, generan inflamación y, al morir, liberan nuevamente los pigmentos, lo que reinicia el proceso.

En estudios experimentales, los marcadores inflamatorios se mantuvieron elevados durante meses. Incluso con la piel totalmente cicatrizada, los ganglios mostraron signos de estrés inmunológico sostenido.

Las consecuencias posibles van más allá de una reacción localizada. Investigaciones epidemiológicas detectaron un aumento del riesgo de linfomas en personas con tatuajes de gran tamaño, en comparación con quienes no tienen tinta en el cuerpo.


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También surgieron vínculos con ciertos cánceres de piel. “Los datos refuerzan la relación entre inflamación persistente y patologías más complejas”, explicó Christel Nielsen, investigadora de la Universidad de Lund.

A pesar de estos hallazgos, los especialistas evitan afirmaciones tajantes. Las diferencias entre modelos animales y humanos obligan a seguir estudiando cómo impactan estos procesos a lo largo de décadas.

El consenso científico, sin embargo, marca una dirección clara. El crecimiento sostenido de los tatuajes vuelve indispensable revisar controles sanitarios, composición de tintas y regulaciones para reducir riesgos en una práctica cada vez más extendida.

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