HÉROES DEL TEMPORAL: EL RESCATE QUE SALVÓ A 80 PERSONAS

Dos vecinos de Bahía Blanca enfrentaron la inundación con valentía. Con una moto de agua, salvaron a casi 80 personas atrapadas por el agua.

Actualidad11/03/2025Sergio BustosSergio Bustos
heroes moto agua
Los héroes de la inundación.

La ciudad sufrió una de las peores catástrofes climáticas de los últimos años, dejando calles anegadas y cientos de familias afectadas. En medio del desastre, la solidaridad se hizo presente en acciones heroicas como la de Lucas Bruna y Nicolás Álvarez.

Lucas Bruna y Nicolás Álvarez arriesgaron sus vidas sin dudarlo. Son dos vecinos comunes que, en la emergencia, actuaron como rescatistas sin preparación previa. “Sin serlo, nos convertimos en rescatistas de un segundo a otro.” Esta frase resume el espíritu con el que enfrentaron la adversidad, improvisando una estrategia de salvamento que permitió salvar decenas de vidas.

El temporal dejó destrucción en Bahía Blanca. La ciudad enfrentará un largo proceso de recuperación. Casas inundadas, autos arrastrados por la corriente y comercios destruidos son solo algunas de las postales que dejó el desastre. Sin embargo, en medio de la desesperación, emergieron historias que demuestran el poder de la comunidad cuando la tragedia golpea.

Entre el caos surgieron actos de heroísmo. Lucas y Nicolás se convirtieron en salvadores inesperados. Sus nombres quedaron marcados en la memoria de los vecinos que fueron rescatados gracias a su valentía. Subieron a una moto de agua y recorrieron calles inundadas. Cada rescate fue una carrera contra el tiempo, en un contexto donde cada minuto podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

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El agua superaba el metro de altura en algunas zonas. La corriente arrastraba autos y árboles, haciendo que el rescate fuera aún más peligroso. Lucas vio la magnitud del desastre y buscó a Nicolás, sabiendo que tenía una moto de agua. Juntos, decidieron actuar sin esperar la llegada de los servicios de emergencia.

Golpeó su puerta y lo convenció de ayudar. No había tiempo para dudar. “Enganché la moto a la camioneta y fuimos directo al lugar.” La imagen de ambos subiendo a la moto de agua en medio de calles convertidas en ríos quedará grabada en la memoria de quienes fueron testigos de su acción.

El barrio estaba irreconocible. El agua cubría casas y comercios, dejando atrapadas a decenas de personas que no lograron escapar a tiempo. Comenzaron los rescates en el Paseo de las Esculturas, una de las zonas más afectadas. Allí, muchas personas quedaron atrapadas en el segundo piso de sus hogares o sobre los techos.

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Algunos se aferraban a árboles y carteles. Otros esperaban en techos y balcones, esperando que alguien los ayudara. “Nos pedían que buscáramos familiares, pero priorizamos a los más vulnerables.” Las decisiones debían tomarse en cuestión de segundos, evaluando qué personas estaban en mayor peligro.

Adultos mayores y niños fueron los primeros en ser evacuados. Los rescates se realizaban con máxima precaución, ya que cualquier maniobra errónea podría volcar la moto y poner en peligro tanto a los rescatados como a los rescatistas. Cada viaje era una misión que exigía precisión y coraje.

“Era como un Uber del agua. Íbamos y veníamos sin parar.” La desesperación se sentía en el aire. La gente gritaba pidiendo ayuda, mientras ellos hacían todo lo posible por llegar a todos los que pudieran. No había espacio para el miedo ni para la fatiga.

En una de las calles, un chico perdió de vista a su abuela. La angustia en su rostro reflejaba el nivel de la tragedia que estaban viviendo. “Eso nos marcó. Ver a los abuelos temblando de miedo fue lo peor.” No se trataba solo de rescatar cuerpos, sino de salvar vidas rotas por el desastre.

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El impacto emocional fue profundo. Lucas y Nicolás se daban ánimo entre sí, sabiendo que cualquier momento de debilidad podía afectar su capacidad de seguir rescatando. El humor fue su refugio, un mecanismo de defensa en medio del caos. “Si nos quebrábamos, no podíamos ayudar.”

Nicolás enfrentó una pérdida personal. La panadería de su padre quedó destruida, un negocio familiar levantado con años de esfuerzo. A pesar de ello, siguió ayudando sin dudar. “Lo material se recupera, la vida no.” La frase refleja la filosofía con la que enfrentó la tragedia.

El rescate duró horas. Salvaban a una persona y volvían por otra, sin saber cuántos más necesitaban ayuda. La adrenalina y el compromiso los impulsaban a seguir. “Si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría sin dudarlo.”

La comunidad los considera héroes. Para ellos, solo hicieron lo correcto. No buscan reconocimiento ni premios, solo la satisfacción de haber hecho lo correcto en un momento crítico.

Esperan que no haya próxima vez. Pero si ocurre, estarán listos para ayudar. Bahía Blanca deberá reconstruirse, pero el espíritu de solidaridad que se vio en la tragedia es una base firme para empezar de nuevo.

   

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