

Corea del Sur exportó bebés con documentos falsos
Corea del Sur reconoció por primera vez que durante décadas exportó bebés al extranjero con documentos falsificados. "Fue una industria con fines de lucro".
Actualidad26/03/2025

Corea del Sur admitió una verdad dolorosa. Las agencias de adopción privadas falsificaron documentos, ocultaron identidades y enviaron bebés al extranjero para obtener ganancias. La Comisión de la Verdad y Reconciliación publicó un informe que confirma lo que muchos adoptados ya sabían.
"Falsificaron identidades, ocultaron madres y vendieron niños", señaló la comisión. Las agencias manipulaban los papeles para presentar a los bebés como huérfanos. En realidad, muchos tenían familias que nunca autorizaron la adopción. El Estado no controló, no protegió y no respondió.
El informe reconoce que estas prácticas fueron sistemáticas. Los bebés viajaban al extranjero sin autorización legal. Algunos eran enviados con nombres falsos. Otros reemplazaban a niños que habían muerto antes del viaje. Todo era parte de un sistema aceitado y rentable.
"Los enviaban como equipaje", afirmó el informe. La comisión mostró una foto: decenas de bebés sentados en un avión, sujetos como carga. No había cuidado, no había registro, no había respeto. El objetivo era uno solo: cumplir con el envío y cobrar.
Corea del Sur se convirtió en el mayor exportador de bebés del mundo. Desde el fin de la guerra en 1953, más de 200.000 niños fueron enviados al extranjero. El destino más frecuente fue Estados Unidos. Luego siguieron Dinamarca, Noruega y otros países europeos.
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Durante las décadas de 1970 y 1980, el sistema alcanzó su pico. Solo en 1985 salieron del país más de 8800 bebés. Las agencias cobraban hasta 1900 dólares por adopción. Las familias adoptivas también hacían donaciones. El gobierno no regulaba esos ingresos.
"Fue un negocio", reconoció Sun-young Park, presidenta de la comisión. Las adopciones se convirtieron en una industria con fines de lucro. No había criterios humanitarios. Había tarifas, papeles falsos y una cadena de decisiones que priorizaba el dinero.
Los directores de las agencias tenían poder legal para entregar niños. Se nombraban tutores, firmaban documentos y autorizaban adopciones sin consultar a las familias de origen. El Estado permitía esas prácticas. Las autoridades nunca revisaban esos trámites.
Algunos casos resultan desgarradores. Una mujer adoptada en 1976 viajó a Dinamarca con el nombre de otra niña. Esa otra bebé había muerto. A ella la usaron para completar la adopción ya pagada. Su identidad real quedó enterrada durante años.
Otro testimonio revela una situación similar. Una joven adoptada en 1987 regresó a Corea y encontró a sus padres. Ellos creían que había muerto en el parto. La clínica había informado su fallecimiento. En realidad, la habían entregado en adopción internacional.
"No lo podían creer. estaban convencidos de que yo estaba muerta", contó Mia Lee Sorensen. Encontró a sus padres en 2022. La noticia generó un shock en la familia. Su madre se desmayó al verla. Durante 35 años creyó que su hija no había sobrevivido.
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La comisión documentó 56 casos como estos. También recibió 367 pedidos más para investigar. La mayoría llegó desde Dinamarca. Otros llegaron desde Francia, Alemania, Estados Unidos. Los adoptados empezaron a exigir respuestas, verdad y reparación.
"Este informe nos valida. nos creen después de años de negación", dijo Peter Moller, uno de los impulsores del reclamo. Él mismo fue adoptado en Dinamarca. Lideró una campaña internacional para que el Estado coreano reconociera lo ocurrido.
Los hallazgos tienen impacto fuera de Corea del Sur. Dinamarca y Noruega ya iniciaron investigaciones. Se revisan los procesos de adopción de miles de niños. Estados Unidos aún no tomó medidas. Aun así, es el país que recibió más bebés surcoreanos.
Las agencias involucradas no emitieron declaraciones. Korea Social Service, una de las más mencionadas en el informe, cobró miles de dólares por cada niño. El ingreso per cápita en Corea del Sur en 1988 era bajo. Las agencias multiplicaban sus ganancias.
"Nos vendieron. no hubo cuidado, no hubo amor. solo un intercambio", dijo Anja Pedersen, otra víctima del sistema. Fue enviada en 1976. Descubrió que su nombre no era el suyo. La historia que le contaron era una ficción construida por una agencia.
El informe también expone que se perdieron datos. Muchas identidades fueron borradas. Las historias familiares desaparecieron. Las adopciones dejaron miles de huellas rotas. Personas adultas que hoy no saben quiénes son. Familias que aún buscan respuestas.
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La comisión no tiene poder judicial. No puede procesar a las agencias. Pero el gobierno debe cumplir sus recomendaciones. Entre ellas: pedir disculpas públicas, reconocer a las víctimas y crear mecanismos de reparación.
"No queremos venganza. queremos verdad, memoria y un lugar en la historia", explicaron desde el colectivo de adoptados. La búsqueda ahora es colectiva. Quieren que el mundo sepa. Que lo ocurrido no se repita. Que la infancia no sea una mercancía.



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