Una historia viva de Malvinas emociona desde Madryn y se proyecta hacia todo el país

Chubut02/04/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
El día en que Madryn se quedó sin pan (Foto: Revista Acción)
El día en que Madryn se quedó sin pan (Foto: Revista Acción)

María Julia Paz y Cora Garagarza revivieron una experiencia profunda de memoria en Puerto Madryn. Compartieron con #MODO17 su historia durante y después de la guerra de Malvinas. Lo hicieron como integrantes del Centro de Estudios Sociales y desde su trabajo en el museo local.

“La ciudad entera cambió con la guerra y con los soldados que llegaron en el Camberra”, recordaron. Cora abrió su casa a tres jóvenes combatientes traídos al continente desde las islas. Uno de ellos, Huguito, tenía solo 19 años y una delgadez que hablaba del frío y el hambre sufridos.

La familia Garagarza los recibió sin dudar, como tantas otras que se acercaron al muelle. “Papá llevó tres soldados a casa y nos pidió que no los atosiguemos con preguntas”, contó Cora. Huguito casi no hablaba, pero su mirada decía todo lo que no podía expresar.


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Con el tiempo, ese vínculo superó la urgencia y se volvió parte de la memoria familiar. Huguito puso el nombre del padre de Cora a su primer hijo y siguieron en contacto durante años. La despedida fue dura, sobre todo para la madre de Cora, que lo sentía como un hijo más.

“Nos decían que no podían hablar, que les habían hecho firmar algo”, recordó Cora con firmeza. Uno de los soldados relató que les prohibieron contar lo vivido, incluso a sus familias. La censura selló por años muchos testimonios que hoy comienzan a salir a la luz.

En Madryn, la guerra se vivió con intensidad por el madrynazo, el puerto y el regimiento. Hubo simulacros, sirenas y familias con bolsos preparados por si había un bombardeo. La ciudad se convirtió en un refugio, pero también en el primer lugar de contacto con la posguerra.


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El museo local conserva un espacio dedicado a Malvinas que conmueve a quienes lo visitan. Cora trabaja allí y ayuda a difundir la historia con material audiovisual y relatos orales. “Muchos turistas se sorprenden por lo poco que saben del madrynazo”, contó con emoción.

Una pareja de Buenos Aires pidió un video sobre Malvinas para proyectar en sus escuelas. Diego, el guía del museo, y Cora lo grabaron y lo enviaron con la intención de sembrar memoria. Esa acción sencilla fue un puente entre generaciones, territorios y realidades.

“Recibimos visitantes de todo el país y también extranjeros, incluso británicos del crucero Viking Jupiter”, relataron. Muchos se emocionan al recorrer la historia desde el lugar donde ocurrió. El museo, junto al Centro de Estudios, trabaja para mantener vivo ese legado.


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Durante el último acto del 2 de abril, los jinetes de Córdoba se sumaron a la vigilia y emocionaron a todos. Veteranos que no viven en Madryn vuelven cada año para recordar y abrazar a quienes los esperaron. La ciudad entera se moviliza, incluso cuando el clima no acompaña.

Cora recordó también a Mario Radonich, amigo de la familia y combatiente en Malvinas. Su hermano preguntaba por él todos los días, esperando alguna noticia. Esos lazos, aunque invisibles, siguen vigentes en cada acto, en cada nombre tallado en un monumento.

La historia que cuenta Cora no es única, pero sí representa a muchas familias que abrieron sus puertas. Madryn fue testigo directo de un momento que el resto del país vivió desde la distancia. “El museo intenta contar lo que no siempre se dice en los libros”, aseguró.


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El Centro de Estudios Sociales también acompaña proyectos de memoria como la cápsula del tiempo. Esta será enterrada el 19 de junio con objetos significativos de familiares de veteranos. “Participamos desde el inicio y creemos que es fundamental preservar estos gestos”, dijeron.

El testimonio oral se vuelve herramienta, puente y documento cuando se comparte con respeto. Cora no terminó el secundario, pero su memoria aporta más que muchas bibliotecas. Su presencia en el museo, junto a María Julia, suma humanidad a cada visita.

“Me animo a volver y contar más del Madryn de antes”, dijo al cerrar la entrevista en #LA17. La historia, narrada en primera persona, es un acto de entrega que no se olvida fácilmente.


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En Madryn, la memoria de Malvinas no está en vitrinas, sino en las voces que la sostienen. Cora y María Julia, hijas de esta ciudad, construyen un puente entre lo que pasó y lo que debe saberse. Su relato emociona, interpela y siembra futuro.

   

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