Tratan de determinar quiénes fueron los que escribieron la Biblia

Actualidad13/06/2025Sergio BustosSergio Bustos
la biblia
La Biblia.

Un grupo de investigadores aplicó inteligencia artificial para estudiar los textos bíblicos. El estudio, publicado en la revista científica PLOS ONE, analizó patrones lingüísticos en los primeros libros de la Biblia hebrea y propuso nuevas hipótesis sobre su autoría original.

La investigación se centró en cincuenta capítulos seleccionados del Pentateuco y de los Primeros Profetas. Utilizó un algoritmo estadístico adaptado al hebreo bíblico, que permitió rastrear repeticiones, estructuras internas y estilos consistentes entre bloques de texto diferentes.

La matemática Shira Faigenbaum-Golovin lideró el trabajo de análisis textual. “Tomamos palabras individuales y analizamos cuántas veces aparecen en cada texto”, explicó. El algoritmo identificó huellas estilísticas al comparar el uso de términos comunes y raros.

La aplicación de inteligencia artificial ofreció una nueva forma de abordar textos sagrados. Los investigadores combinaron lingüística computacional y estudios bíblicos, con el objetivo de determinar si existieron grupos definidos de autores a lo largo de la historia.

El análisis reveló la presencia de tres grandes escuelas de escritura. Se trata del conjunto de textos del Deuteronomio, los escritos conocidos como Historia Deuteronomista y los llamados Escritos Sacerdotales, cada uno con una lógica y un estilo propios.

El Deuteronomio incluye leyes religiosas redactadas en el siglo VII a. C. Plantea a Jerusalén como centro único del culto y establece normas de conducta que marcaron un punto de inflexión en la organización del pueblo hebreo.

La Historia Deuteronomista narra hechos políticos y religiosos desde la conquista de Canaán hasta el exilio babilónico. Sus redactores reelaboraron textos previos y retomaron el estilo y la visión teológica del Deuteronomio, según explicó el especialista Thomas Römer.


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Los Escritos Sacerdotales surgieron durante la reconstrucción del Segundo Templo, en el siglo VI a. C. Ponen énfasis en los rituales, las normas de pureza, los sacrificios y la estructura litúrgica. Aparecen en libros como Génesis, Éxodo y Levítico.

Israel Finkelstein propuso una cronología para estos textos. “Los primeros escritos surgieron en el Reino de Israel en el siglo VIII a. C., y se expandieron en Judá durante el reinado de Josías”, sostuvo el director de la Escuela de Arqueología de Haifa.

La investigación confirma que la Biblia no fue escrita por una sola mano. Cada fragmento sufrió ediciones, añadidos y relecturas. Las versiones originales fueron modificadas de forma constante, y los textos cambiaron con el paso del tiempo.

El algoritmo identificó repeticiones internas que comparten lógica estilística. Esas huellas permiten agrupar párrafos por origen, y sugieren una estructura colectiva, más cercana a una creación coral que a un manuscrito firmado por un solo autor.

Thomas Römer lo expresó de forma clara. “La Biblia se parece más a una obra coral que a un manuscrito de autor único”, afirmó. Cada libro combina voces diferentes, con criterios teológicos y contextos históricos diversos.

Las diferencias estilísticas se notan en los objetivos de cada escuela. El Deuteronomio quiere unificar el culto. La Historia Deuteronomista narra la epopeya nacional. Los textos sacerdotales regulan la vida religiosa cotidiana con una precisión notable.

El algoritmo no reemplaza la interpretación humana, pero suma herramientas útiles. Los investigadores validaron hipótesis clásicas y también descubrieron conexiones nuevas entre partes del texto que antes no eran asociadas por la crítica académica.

La inteligencia artificial permite trabajar con grandes volúmenes de datos. Aporta precisión y velocidad para detectar patrones, pero no explica significados ni reemplaza el juicio de los especialistas en religión, historia o filología antigua.

La Biblia fue reescrita muchas veces. Los pasajes que hoy se leen como una unidad surgieron de capas múltiples. Las traducciones, las copias manuscritas y las ediciones posteriores sumaron nuevos niveles de complejidad.

El trabajo también aporta una nueva dimensión histórica. Muestra cómo se construyó el texto sagrado en un proceso largo, con relecturas adaptadas a situaciones políticas, exilios, reformas internas y disputas entre diferentes corrientes religiosas.


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Los textos fueron usados para legitimar el poder. Cada escuela redactora impulsó una mirada específica sobre la ley, la alianza con Dios y el papel de la monarquía. La religión fue una herramienta de cohesión y de control institucional.

El estudio no niega la fe, sino que propone nuevas preguntas. Al entender cómo se escribieron los libros, se enriquece la lectura espiritual, sin eliminar su valor simbólico ni su vigencia en la tradición judeocristiana.

El cruce entre ciencia y religión genera debates necesarios. Las técnicas modernas permiten pensar los textos antiguos con otros ojos, sin descartar el misterio ni la dimensión sagrada de los relatos que conforman la Biblia.

Los investigadores señalan que aún queda mucho por estudiar. La IA puede aplicarse a otros libros, a otras lenguas, y a textos religiosos de otras culturas. El método es útil para entender cómo se construyen las narrativas colectivas.

El modelo se utilizó antes en el análisis de literatura en inglés. Ahora fue adaptado con éxito al hebreo bíblico. Las limitaciones del idioma no impidieron su aplicación gracias al trabajo técnico interdisciplinario del equipo internacional.

Los textos sagrados revelan una dinámica creativa compleja. Fueron moldeados por comunidades con diferentes valores, intereses y perspectivas teológicas, que usaron la escritura para dejar su huella y transmitir enseñanzas a través de las generaciones.

La IA no responde preguntas existenciales, pero ayuda a ordenar la información. No reemplaza a la teología ni a la tradición. Su rol es técnico y complementario, al servicio de quienes estudian el texto con rigor y respeto.

Cada escuela bíblica dejó una firma silenciosa. Esas marcas aparecen hoy bajo la lupa de algoritmos que identifican patrones donde antes sólo había intuiciones y teorías sin base numérica verificable.


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El estudio fue recibido con interés por académicos y medios internacionales. La discusión sobre la autoría de la Biblia sigue abierta, pero ahora cuenta con más herramientas para explorar sus múltiples capas y versiones.

Los autores aclaran que su enfoque no es religioso. La intención es científica y lingüística. El trabajo busca aportar datos verificables sobre una obra central en la historia de la humanidad.

El análisis no altera el valor espiritual de la Biblia. La lectura creyente puede enriquecerse al comprender mejor cómo se construyó el texto que define gran parte del pensamiento occidental.

La obra sigue siendo una fuente inagotable de sentido. Ahora también se convierte en un campo fértil para el cruce entre tecnología, historia, religión y literatura.

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