Las huellas que cambian todo: humanos en América hace 23.000 años

Actualidad29/06/2025Sergio BustosSergio Bustos
huellas america
Derribando mitos.

Ya no hay dudas: América fue habitada mucho antes de lo que enseñaban los manuales. Nuevas dataciones confirman que grupos humanos caminaron por lo que hoy es Nuevo México hace 23.000 años.

Las huellas fueron halladas en White Sands, un desierto de dunas de yeso que alguna vez fue una planicie con lagunas. Allí, bajo capas de barro y limo, quedaron impresos los pasos de los primeros americanos.

La investigación liderada por el geólogo Vance Holliday eliminó todo margen de error. Se utilizaron tres tipos distintos de muestras —polen, semillas y lodo— analizados por tres laboratorios independientes. El resultado fue rotundo: las huellas datan del Último Máximo Glacial.

Durante esa época, el norte del continente estaba cubierto por hielo. Si había humanos allí, significa que llegaron antes del bloqueo glacial. Y eso cambia toda la teoría del poblamiento americano.

Los registros clásicos fijaban la llegada humana hace unos 13.000 años, tras la apertura de un corredor libre de hielo. Pero estas huellas rompen ese esquema y empujan la fecha al menos 10.000 años hacia atrás.


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No se encontraron herramientas, huesos ni campamentos. Pero eso no invalida el hallazgo. Los investigadores explican que se trataba de pasos fugaces, no asentamientos. Además, los antiguos cazadores cuidaban sus objetos como oro.

Las pisadas aparecen junto a rastros de mamuts y perezosos gigantes. Ese detalle aporta contexto: los humanos convivieron con megafauna extinta, en un entorno húmedo y rico en recursos.

La datación por radiocarbono fue precisa. El análisis de lodos palustres arrojó 26 fechas compatibles entre sí, todas ubicadas entre los 23.600 y 17.000 años atrás. Eso respalda los estudios previos y consolida el hallazgo.

White Sands se convierte así en un punto de quiebre para la arqueología americana. El modelo Clovis, basado en herramientas halladas en Nuevo México, queda desactualizado. Las huellas pisan más fuerte.

Este nuevo escenario propone otra historia. No hubo una llegada repentina, sino una presencia más antigua, quizás por rutas costeras o tierras aún no exploradas. La historia americana empieza antes y empieza diferente.


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La publicación en Science Advances cierra el debate. El hallazgo tiene base científica sólida, revisión por pares y validación internacional. No se trata de una teoría: se trata de hechos pisados, registrados y fechados.

El barro que atrapó esos pasos congeló también un momento irrepetible. Aquel terreno húmedo fue testigo de una escena que permaneció enterrada miles de años. Hoy sale a la luz para cambiar todo lo que creíamos saber.

Las huellas no solo dicen cuándo llegaron los humanos. Dicen también cómo era ese mundo. Caminaban por zonas pantanosas, bordeando el paleolago Otero, junto a animales hoy extintos, en un ecosistema que ya no existe.

Cada pisada revela un movimiento. Un niño corriendo, un adulto que lo sigue, un giro inesperado. Hay trayectos que duran segundos, pero que conservan el gesto más primitivo: el de moverse por un mundo nuevo.

No es un dato arqueológico más. Es una ventana al pasado real. Sin templos, sin armas, sin monumentos. Solo barro seco y pasos humanos. Una escena mínima, grabada para siempre en la tierra.

Los pueblos originarios de América ven con respeto estos hallazgos. No porque confirmen sus relatos, sino porque los conectan con una raíz que la ciencia apenas empieza a entender. Una historia larga, silenciosa y caminada.

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