
Cómo cuidar la piel durante el invierno: seis hábitos esenciales para evitar daños
Actualidad30/06/2025

El frío extremo deja huellas visibles en la piel, sobre todo en el rostro, los labios y las manos, que son las zonas más expuestas al clima hostil del invierno. Resequedad, tirantez, enrojecimiento e irritación son algunas de las señales más comunes durante las olas polares. A esto se suma el efecto de la calefacción, que reseca el aire interior y agrava el impacto sobre la epidermis. La suma de factores climáticos y ambientales genera un contexto ideal para que se manifiesten molestias y empeoren ciertas afecciones dermatológicas.

La dermatóloga Andrea Pascual, del Centro Médico de la Comunidad Mendoza, advierte que el frío no es el único enemigo. “La vasoconstricción disminuye el flujo de oxígeno y nutrientes, y la calefacción intensifica la pérdida de humedad en la piel”, explicó. Esta combinación perjudica la función protectora natural de la piel, que deja de actuar como barrera eficaz ante las agresiones externas. En muchos casos, las personas no toman conciencia del daño hasta que aparecen síntomas más severos. Por eso, recomiendan prevenir antes que lamentar.
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Una rutina diaria sostenida en el tiempo puede marcar la diferencia. Así como en verano se incorpora el protector solar sin pensarlo, en invierno deberían naturalizarse otras acciones: hidratar la piel de manera interna y externa, usar cremas nutritivas varias veces al día y prestar atención a los productos que se eligen para la higiene. “La hidratación debe venir tanto de adentro como de afuera”, remarcó Pascual. Beber agua, incluso cuando no se tiene sed, es tan importante como aplicar lociones o bálsamos adecuados al tipo de piel.
No todas las molestias deben tratarse con productos de venta libre. En casos donde aparezcan grietas dolorosas, enrojecimiento persistente, picazón o descamación, lo más conveniente es consultar a un profesional. Afecciones como la rosácea o la dermatitis pueden agravarse si se las deja avanzar sin un tratamiento específico. Muchas personas minimizan estos síntomas al principio y eso complica la recuperación posterior, especialmente en adultos mayores o personas con piel muy sensible.
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Entre los consejos más repetidos por los especialistas está evitar la exposición directa a fuentes de calor intenso. Las duchas muy calientes o el contacto con estufas y radiadores pueden provocar más daño que alivio. Los cambios bruscos de temperatura deterioran la estructura cutánea y generan inflamaciones. Usar humidificadores en los ambientes también es recomendable para mantener un nivel adecuado de humedad en el hogar, especialmente en dormitorios y oficinas con calefacción constante.
El protector solar no debe guardarse hasta el verano. Aunque los días nublados o fríos den la sensación de menor exposición, los rayos UV siguen actuando y generan efectos acumulativos. Aplicar un filtro en el rostro y las manos antes de salir, incluso en invierno, ayuda a prevenir el envejecimiento prematuro, las manchas y otros problemas más serios como lesiones solares. El uso constante, aún en meses fríos, es un hábito saludable que protege durante todo el año.
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Los labios requieren cuidados específicos, ya que es una de las zonas más sensibles y vulnerables a los efectos del frío. Suelen agrietarse con facilidad si no se los hidrata de forma frecuente. Usar bálsamos o protectores labiales varias veces al día ayuda a mantener la piel elástica y a evitar fisuras dolorosas o sangrado. Además, conviene no humedecerlos con saliva, ya que eso solo empeora la irritación y acelera la resequedad.
La elección de los productos de higiene también es determinante. Jabones fuertes, geles con alcohol o cosméticos muy perfumados pueden alterar la barrera natural de la piel y dejarla expuesta. Se recomienda utilizar limpiadores hipoalergénicos, neutros, que no generen reacciones ni retiren los aceites esenciales que protegen la epidermis. Cuanto más suave y neutra sea la limpieza, menor será el daño acumulado por el frío y la calefacción.
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La constancia es el punto de partida para tener una piel saludable, incluso durante los meses más hostiles del año. Incorporar estos hábitos en la rutina diaria evita consecuencias molestas, mejora la apariencia general y contribuye a fortalecer el sistema inmunológico cutáneo. Cuidar la piel en invierno no es una cuestión estética: es una forma de proteger la salud.
Fuente: NA.








