Murió Mario Mactas: una voz irreverente que marcó medio siglo de periodismo argentino

Actualidad12/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
mario mactas
Mario Mactas, un grande que se fue.

Mario Mactas murió este sábado a los 80 años. Estaba internado en la Fundación Favaloro por una neumonía que se agravó en los últimos días. Su partida deja un vacío enorme en el periodismo, la literatura y la cultura argentina.

La noticia fue confirmada al aire por TN, donde durante años supo desplegar su lucidez en la columna El Toque Mactas. “Son esas noticias que uno no quiere dar, que duelen”, dijo Gustavo Tubio. Lo despidieron con emoción, sin estridencias, como él habría preferido.

Guillermo Lobo sumó su recuerdo: “Mario era claridad. En lo profesional, en lo personal y en lo periodístico. Compartimos mucho. Venía incluso cuando se sentía mal. Porque esto era su vida. Su pasión.”

Mactas nació en Buenos Aires el 13 de agosto de 1944. Aunque se definía porteño hasta la médula, tenía un fuerte vínculo con Carlos Casares, el pueblo de sus abuelos y bisabuelos. Hablaba con orgullo de la chacra familiar. “Me hice del lugar”, decía.

Estudió Medicina, luego Filosofía, pero eligió el periodismo. “Es una rama del arte”, solía decir. No lo vivía como oficio, sino como expresión. Durante más de cinco décadas trabajó en gráfica, radio y televisión. Su estilo mezclaba ironía, profundidad y ternura.


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En radio Continental marcó una época. Condujo ciclos memorables y compartió micrófono con Rolando Hanglin, con quien formó la histórica dupla de El Gato y el Zorro. “Nunca escribimos un libreto”, contaba. Se entendían al aire. Se reían juntos desde adolescentes.

En televisión brilló con su estilo pausado y punzante. En A ciencia cierta, con el doctor Stamboulian, descontracturó la divulgación científica. En TN, con El Toque Mactas, dejó columnas que aún se recuerdan.

Fue secuestrado en 1977 por grupos parapoliciales. Estuvo vendado, encerrado, en silencio. Una semana después, lo soltaron en una plaza. “Tenés 24 horas para irte”, le dijeron. Se exilió. Pasó por Bogotá, París y vivió diez años en España.

Desde Europa escribió para Interviú, Destino, Paris Match, Penthouse. También publicó columnas en medios argentinos. Siempre con esa mirada que escapaba de lo obvio. Mactas pensaba distinto. Y escribía con el cuerpo.

En gráfica, dejó una huella indeleble en revistas como Gente y Satiricón. Allí publicó su columna más recordada: Contra toda forma de opresión. Nunca fue complaciente. Ni con los gobiernos, ni con los medios, ni con sí mismo.

Publicó más de diez libros. Entre ellos Monólogos rabiosos, El enano argentino, El gato y el zorro, El amante de la psicoanalista. En sus textos se mezclaban el ensayo, la ficción, el humor negro y la crítica cultural.

Recibió el Premio Konex en 2007 por su labor radial. También fue nombrado Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires. Aunque no coleccionaba premios ni buscaba homenajes. Decía que la única distinción real era “no repetirse”.


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En 2024, su hija Mariana Mactas estrenó el documental Un tal Mario. Lo grabaron en su casa. Rodeado de libros, discos, papeles y frases. “Quise registrar su forma de mirar”, dijo Mariana. El film se presentó en el BAFICI y emocionó a todos.

Durante la pandemia, Mactas se desencantó de la ciudad que tanto amó. “Me gustaba Borges, el tango, los cafés. Hoy me espanta. Hay una avidez carroñera por la guita que no soporto”, declaró en una de sus últimas entrevistas.

“No he firmado un cheque en mi vida”, contaba con orgullo. Y agregaba: “Somos un país demasiado influenciado por el psicoanálisis. Eso también me agota.”

En sus últimos años, exploró las redes. En Instagram compartía fotos de cuadros y libros. En Twitter lanzaba frases como dardos. El 6 de julio escribió su último mensaje: “Las palabras son piedras.”

Tuvo cinco hijos. Uno de ellos, Santiago, falleció trágicamente en 1999. Esa herida lo marcó para siempre, aunque rara vez hablaba del tema en público. “La tristeza es una parte inevitable del arte”, decía.

Mario Mactas fue una voz única. Crítica, profunda, elegante, incómoda. Su muerte conmueve. Su obra queda. Y su estilo, inimitable, seguirá dando vueltas en el aire como una frase suya: breve, aguda, eterna.

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